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 | Por Obispo Jacques Fabre-Jeune

Queridos hermanos y hermanas en Cristo – Diciembre 2024

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Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

“Oh ven, llave de David, ven, 

y abre de par en par nuestro hogar celestial;

asegura el camino que nos lleva a lo alto, 

y cierra el sendero hacia la miseria”.

Se nos ha dado el don invaluable de un camino claro hacia nuestro Padre en el cielo, como hijos e hijas amados de Dios. Aunque la vida cotidiana está llena de incertidumbre, somos guiados por la estrella del ministerio terrenal de Cristo. Al revivir esas escenas silenciosas y pastorales del nacimiento de Jesús, recordemos a quién estamos aquí para conocer, amar y servir. Sólo a uno debemos agradecer que las puertas del cielo se hayan abierto para nosotros: nuestro Salvador, un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre.

Si pudieran, ¿viajarían ustedes en el tiempo para acompañar a los Magos? ¿Llevarían a este niño perfecto sus mejores regalos? ¿Dirían a todos los que encontraran que la paz y el amor encarnados habitan entre nosotros?

Esta es nuestra gran misión como creyentes: salir al mundo y proclamar la Buena Nueva del nacimiento de Jesús. El conocimiento de la Palabra Viva es la fuente de paz, y el conocimiento de su sacrificio es el consuelo frente a todo temor. Su vida, muerte y Resurrección son la respuesta más amorosa a nuestras imperfecciones, y su misma existencia es prueba de que nos ama profundamente, como sólo el Hijo amado de Dios puede hacerlo.

Como dijo con gran profundidad Santa Teresita de Lisieux: “Un Dios que se hizo tan pequeño solo podía ser misericordia y amor.”

Les deseo a todos una muy Feliz Navidad y un próspero Año Nuevo.

En el amor de Cristo,

Excmo. Mons. Jacques Fabre-Jeune, CS

Obispo de Charleston