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 | Por Excmo. Mons. Jacques Fabre-Jeune

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo – Octubre 2023

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hay una expresión que oímos en la liturgia y en las Escrituras: “frutos espirituales”. A medida que nos adentramos en el Mes del Respeto a la Vida y en la estación del otoño, que a menudo se asocia con la abundancia de la cosecha, hablemos de cómo podemos beneficiarnos de los frutos espirituales para ayudarnos a nosotros mismos y a los demás.

En primer lugar, ¿qué significa esta expresión? Encontramos muchos de los dones del Espíritu Santo en la carta de San Pablo a los Gálatas (5, 22-23). Estos son: amor, alegría, paz, paciencia, bondad, generosidad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí mismo. Los dones que recibimos en el bautismo y la confirmación deben cultivarse en nuestros corazones y mentes. Lo hacemos pidiendo al Espíritu Santo que guíe nuestras acciones y nuestras interacciones con los demás.

Al fomentar estos frutos espirituales, somos más capaces de cumplir la voluntad del Señor y avanzar la causa de la vida. Nuestras propias vidas están destinadas a atraer a los demás a la visión beatífica imitando a Jesús en todos los sentidos, para que ellos también puedan seguirle y quedar blasonados de amor por él. Recuerda: “Por sus frutos los conocerán” (Mt 7, 16). ¿Reconocen los demás el rostro de Cristo en nosotros por nuestros frutos? Se trata de una vocación universal. Sabemos que, como pecadores, rara vez cumplimos esta tarea que Dios nos ha encomendado sin su ayuda.

Volvemos a leer en el Evangelio de Mateo que “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos”, por eso debemos rogar “al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha” (9, 37-38). Te insto a que hoy dediques un tiempo a considerar cómo puedes ser un siervo más eficaz para la cosecha de Cristo, dándole todo lo que eres por amor a los demás.

Nuestras almas pueden rebosar de abundancia de gracia y alimento mediante la práctica de los sacramentos, especialmente en la digna recepción de la Eucaristía. Aférrate a la fiesta eterna y centra tu energía en amar a Dios, a tu prójimo y a todas las personas.

Te deseo a ti y a tus seres queridos un bendecido mes de octubre, que es también el Mes del Santo Rosario. Nuestra Madre celestial quiere ver que cada uno de los hijos de Dios tenga la oportunidad de nacer y vivir una vida llena de alegría en su hijo, Jesucristo.

Que la intercesión de nuestra madre María y la voz del Espíritu Santo nos conduzcan a Cristo Jesús, primicia, fuente y dador de todos los bienes y dones.

 

En el amor de Cristo,

Excmo. Mons. Jacques Fabre-Jeune, CS

Obispo de Charleston