Share this story


Por Obispo Jacques Fabre-Jeune |  July 2024

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo – Julio 2024

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Cada mes de julio, celebramos de manera especial el don de la preciosísima sangre de Cristo. Me gustaría que reflexionáramos sobre la naturaleza purificadora de este sacramento.

Como recordamos del Evangelio de Juan: “Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua” (19, 33-34). Cristo derramó su sangre para purgar a la humanidad del reino del pecado en el mundo, tanto que incluso el soldado que lo atravesó, Longinos, llegó a reconocerlo como el Hijo de Dios.

Somos testigos de este momento singular y perfecto de nuestra redención cada vez que asistimos a la Misa. Limpia nuestros corazones y almas para que podamos ser purificados ante los ojos de Dios. La preciosa sangre de Cristo nos protege de la muerte espiritual, ya que la sangre prefigurada del cordero preservó a los israelitas en Egipto del ángel de la muerte.

San Gaspar del Búfalo, fundador de los Misioneros de la Preciosa Sangre, dijo: “Debemos dar a conocer cómo la sangre de Cristo limpia las almas y las santifica, particularmente por medio de los sacramentos”.

Y así somos fortalecidos por el sacrificio de Jesús cuando recibimos la sangre del Cordero, y debemos imitarle en el sufrimiento y la humildad. Los animo a que frecuenten los sacramentos de la Eucaristía y la reconciliación para renovar su determinación de perdonar y amar a los demás. 

En el amor de Cristo, 

Mons. Jacques Fabre-Jeune, CS

Obispo de Charleston