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 | Por Obispo Jacques Fabre-Jeune

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo – Agosto 2025

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo:

A medida que los estudiantes regresan a nuestras escuelas católicas, deseo centrar esta carta en uno de los aspectos más poderosos de la educación católica: el enfoque de la formación integral. En términos sencillos, la educación católica promueve el éxito académico mediante un enfoque integral basado en tres pilares fundamentales: el fomento del crecimiento intelectual, el desarrollo del carácter moral y la promoción de una vida espiritual plena.

¿Cómo podría un bombero apagar un incendio sin antes comprender la naturaleza del fuego? De la misma manera, ¿cómo podría un educador lograr un aprendizaje duradero y eficaz en el corazón y la mente de los estudiantes sin antes comprender la naturaleza del ser humano? Iluminados por las enseñanzas del Magisterio e informados por las sagradas Escrituras, nuestros educadores y escuelas católicas están preparados (por encima de otros sistemas educativos) para inculcar la enseñanza más importante de Jesús: amar al prójimo como a nosotros mismos. Para comprender a los demás, primero debemos conocernos a nosotros mismos y fundamentar nuestra identidad sobre la roca que es Cristo.

La búsqueda del crecimiento intelectual es una semilla fundamental de la caridad. Al aprender a reconocer el rostro visible y divino de Dios en el orden de la creación y en el mundo que nos rodea, el elaborado tapiz de estos dones naturales se convierte en prueba del amor del Padre por nosotros. Esto demuestra que nosotros, junto con nuestros hermanos y hermanas, estamos ordenados al bien común de vivir en armonía ante el Dios trino.

Saber por qué existimos está estrechamente ligado a la respuesta de quiénes debemos ser. Los maestros, padres y párrocos escolares lideran con el ejemplo, de modo que los estudiantes son guiados a ser testigos del amor de Jesús y de su Buena Nueva para los demás. A su vez, los jóvenes están llamados a transformar la sociedad y la nación de la que todos formamos parte.

Ese hilo dorado y brillante que une nuestros esfuerzos es la gracia. Solo puede adquirirse a través de la misericordia de Jesús y la participación en los sacramentos, que sostienen nuestras almas y la vida de Dios en nosotros. Solo en las escuelas católicas los estudiantes tienen el gran privilegio de asistir a Misa, recibir la sagrada Eucaristía y prepararse espiritualmente para la confirmación. La educación católica es un regalo, pero no es solo para que lo atesoremos; compartamos la Buena Nueva de Cristo con los demás, para que ese mismo niño que enseñó a los ancianos en el Templo pueda unirnos en la verdad.

“Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo” (Jn 16,13).

En el amor de Cristo,

Excmo. Mons. Jacques Fabre-Jeune, CS

Obispo de Charleston