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 | Por Excmo. Mons. Robert E. Guglielmone, DD Obispo de Charleston

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,

En este Adviento, mientras nos preparamos para la llegada de la Natividad de Cristo, se nos da tiempo para contemplar la naturaleza de su nacimiento, lo que significa para la humanidad, e incluso lo que significa para la historia de nuestro mundo. Nos sentimos continuamente atraídos por la sencilla pero hermosa escena del pesebre en tiempos de tribulación, enfermedad o miedo, porque en ella encontramos alegría, consuelo y paz.

Cristo Jesús eligió venir en forma de niño indefenso: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,14). Asumió nuestra propia naturaleza para soportar el dolor físico y emocional y la traición. Al hacerlo, se convirtió en el nuevo Adán, la nueva alianza, redimiéndonos de ese Pecado Original y abriendo las puertas del paraíso a sus fieles.

De las muchas expresiones de amor que Dios nos ha revelado, no hay ninguna tan poderosa como el nacimiento, la muerte y la resurrección de Cristo. Su venida a nuestro mundo roto para rescatarlo y su regreso al Padre son los actos más elevados de redención de la pecaminosidad de la humanidad.

En este tiempo de Navidad, volvamos a visitar la escena del pesebre en nuestros corazones y mentes, llevemos nuestros regalos a él y ofrezcamos nuestros sufrimientos terrenales como sacrificio al Rey Niño. Los que vieron al Niño Jesús recibieron un anticipo de las alegrías del cielo, así que, con los pastores, nos inclinamos con asombro ante el Señor encarnado, el Niño sin mancha de Pecado Original. Seguimos la estrella, iluminados por la gracia de Dios, para recorrer el estrecho camino hacia él. Más de 2.000 años después, se nos invita a viajar con los Reyes Magos para visitar a nuestro Señor niño, para conocerlo, amarlo y servirlo, y para reflejar con todo nuestro corazón el amor que Cristo nos concedió con el milagro de su nacimiento. Él es el verdadero amor hecho carne.

Que la paz de la venida de Cristo les acompañe en este tiempo de Navidad y enriquezca sus vidas en el próximo año.

En la paz del Señor,

Excmo. Mons. Robert E. Guglielmone, DD

Obispo de Charleston