Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo
Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Cada octubre, celebramos el Mes del Respeto a la Vida, en el que consideramos más profundamente por qué toda vida humana tiene dignidad y es valiosa y digna. Como católicos, estamos llamados a defender la vida y a participar activamente en la construcción de una cultura que aprecie y proteja a toda persona humana desde la concepción hasta la muerte natural.
Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Cada octubre, celebramos el Mes del Respeto a la Vida, en el que consideramos más profundamente por qué toda vida humana tiene dignidad y es valiosa y digna. Como católicos, estamos llamados a defender la vida y a participar activamente en la construcción de una cultura que aprecie y proteja a toda persona humana desde la concepción hasta la muerte natural.
En el último año, el estado de Carolina del Sur promulgó la Ley del Latido del Corazón, que prohíbe el aborto cuando se detecta un latido del feto. Aunque esta ley ha sido impugnada en los tribunales, nuestra diócesis y las personas de fe seguirán abogando por una legislación que afirme la dignidad del no nacido.
También ponemos en práctica nuestra fe proporcionando cobijo y refugio a nuestros más vulnerables. En la fiesta de Santa Clara de Asís, el 11 de agosto, tuve el placer de celebrar y bendecir la gran inauguración del Hogar de Santa Clara, un refugio para mujeres embarazadas, solteras y sin hogar, y para sus hijos no nacidos o ya nacidos.
La misión de Santa Clara es devolver la esperanza y salvar vidas, y este ministerio no podría ser más testimonio de la misión de la Iglesia. Es solo una de las muchas formas en que trabajamos para proteger la vida humana, desde los niños no nacidos hasta los inmigrantes y los sin techo.
La revista de este mes también presenta la importante labor de nuestro ministerio de prisiones; de llevar el Cuerpo y la Sangre de Cristo a los que necesitan sanación, desde las residencias hasta las cárceles; de la hermosa y desinteresada labor del ministerio de los hospicios; y también la historia de Isabella, una joven cuya vida es un testimonio de perseverancia y fe.
En este año de San José, que busquemos la intercesión del poderoso defensor de la Iglesia para que guíe y proteja nuestros continuos esfuerzos en el movimiento de Respeto a la Vida. La confianza inquebrantable de San José en la voluntad de Dios, mientras protegía a la Santísima Madre y al Señor Jesús, da testimonio de nuestra llamada como católicos a defender siempre la vida y a confiar en nuestro Dios.
En la paz del Señor,
Excmo. Mons. Robert E. Guglielmone, DD
Obispo de Charleston