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 | Por Excmo. Mons. Jacques Fabre-Jeune, CS Obispo De Charleston

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,

El primer regalo de Dios a la humanidad fue la vida. Él sopló sobre Adán y Eva, animándolos a moverse y racionalizar. Con la vida, nos dio la capacidad de elegir o rechazarlo mediante nuestros pensamientos, palabras y acciones.

Cuando Dios vio que sus creaciones eran buenas, encargó a nuestros antepasados: “Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla” (Gn 1, 28). Desde el primer momento de nuestra vida, cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de vivir de acuerdo y a imitación de nuestro Creador.

Al entrar el pecado en el mundo, la muerte no tardó en llegar. Como antídoto, Cristo nos dio su elemento vital para que pudiéramos ser restaurados en gracia, la vida de Dios en nosotros.

En este número de The Catholic Miscellany, hablamos de muchas cuestiones relacionadas con la vida. Algunas de las historias incluyen temas sobre la pérdida de un bebé; continuamos nuestra serie sobre la Presencia Real; y aprender sobre la concientización sobre la violencia doméstica.

Es nuestra responsabilidad proteger y preservar la vida de nuestros hermanos y hermanas. Que también se les dé la oportunidad de participar en la vida, de disfrutar del gran don de la existencia desde la concepción hasta la muerte natural.

Oramos para que todas las autoridades de nuestra nación y del mundo respeten la vida de cada individuo, informados de su dignidad como persona creada a imagen y semejanza del propio Dador de la Vida. Seamos también conscientes de nuestras vidas y esforcémonos por utilizar nuestros talentos y los años que se nos han dado en la tierra para conocer, amar, servir y construir el reino de Dios, con cada aliento que respiramos y con cada latido de nuestro corazón. 

En el amor de Cristo,

Excmo. Mons. Jacques Fabre-Jeune, CS

Obispo de Charleston