| Por Hna. Guadalupe Flores

¿Se está enfriando tu vida espiritual?

El acompañar a personas en su camino espiritual realmente es un privilegio, porque te comparten lo más sagrado que están experimentando en su crecimiento espiritual. Cuando te abren su corazón, te permiten ingresar en su templo sagrado e íntimo porque quieren seguir creciendo en su relación con Dios de manera más íntima.

Durante este acompañamiento, descubrí que muchas veces hay personas que experimentan un enfriamiento espiritual, por lo que trataremos de reflexionar en algunas de estas señales:

Se centran demasiado en sí mismos

Cuando pasamos tiempo enfocándonos en nuestras propias preocupaciones, no vemos resultados y comenzamos a frustrarnos y a tener crisis de ansiedad, depresión y estrés, y lo rechazamos todo. Pero es el momento de ponerlo en manos de Dios. Lo importante es confiar en Dios y poner todas nuestras preocupaciones en sus manos. San Pablo nos dice en su carta a los Romanos: “… no se estimen más de lo que conviene; pero tengan por ustedes una estima razonable, según la medida de la fe que Dios repartió a cada uno” (12,3).

No pasan tiempo con Dios

Muchas veces en nuestra búsqueda de Dios, pensamos que pertenecer a algún grupo en nuestra comunidad parroquial o realizar algún servicio en nuestra parroquia es suficiente para estar cerca del Señor. No puede ser simplemente realizar un servicio pastoral, sino vivir día a día en la presencia de Dios y, sobre todo, tener una vida de oración personal, estar abiertos a seguir creciendo en la vida espiritual. El Papa Francisco dijo: “Dios siendo amor, respeta al máximo nuestra libertad”, porque “Dios se propone, no se impone”. El Señor, entonces, “no se da por vencido, sigue invitando, es más, amplía la invitación, hasta que encuentra quien la acepte …”

Las quejas son el centro de conversación

Cuanto más quejumbrosos somos, es cuando más alejados de Dios nos encontramos. Con frecuencia nos quejamos de todos los que nos rodean, pero si estamos cerca de Dios, nuestra actitud cambia, y somos más agradecidos, más tolerantes con nosotros mismos y con los demás. Nuestra atención se alejará de todo lo negativo. Nuestros ojos, pensamientos y acciones estarán en todo lo positivo que hay en cada persona y en todo lo que nos rodea. Es ver cómo Dios actúa en cada uno de nosotros transformándonos. El Papa Francisco dijo que “las quejas son un veneno para el alma y pueden ser perjudiciales para el crecimiento personal y espiritual”.

No se sienten culpables si hacen algo mal

Se refiere a no sentirse culpable de caer en pecado venial o mortal. Significa que viven en silencio, tratando de justificar sus errores o buscando respuestas razonables a sus errores para excusarse de ellos. San Juan Enrique Newman escribió célebremente en una carta al Duque de Norfolk que “La conciencia es la mensajera del que, tanto en el mundo de la naturaleza como en el de la gracia, a través de un velo nos habla, nos instruye y nos gobierna. La conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo”.

Se alejan de la Iglesia

Somos templos del Espíritu Santo y estamos llamados a vivir nuestra fe y relación con Dios en comunidad, porque nos ayudamos mutuamente a crecer como verdaderos hijos de Dios. Cada miembro es diferente porque venimos de culturas y contextos sociales distintos y tenemos puntos de vista diferentes. A veces, estas diferencias hacen que nos alejemos de la comunidad y de Dios; es decir, estaríamos actuando como personas que dividen la unidad de la comunidad. Cada uno debemos practicar la paciencia y el respeto, y saber aceptarnos como somos. El Papa Benedicto XVI, en la Jornada Mundial de la Juventud, dijo: “Quien cede a la tentación de ir por su cuenta o de vivir la fe según la mentalidad individualista que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo”.

No sienten la presencia de Dios

En momentos tan importantes, como cuando participamos en las celebraciones litúrgicas o estamos en Presencia Real del Santísimo, a veces nos sentimos aburridos, cansados, con sueño, etc. Estar en la presencia de Dios no tiene que ser sólo un sentimiento. Debe ser una vivencia que nos traiga paz, sosiego y serenidad. Si alguien en su vida espiritual se está sintiendo aburrido, desanimado o desconfiado, es que posiblemente se esté alejando de su vida de la oración. Jesús mismo sintió una vez esta ausencia y dijo: “‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’” (Mt 27,46).

No aceptan consejos ni correcciones

Muchas veces, sólo escuchamos lo que nos conviene escuchar de aquellas personas que nos aconsejan. Asimismo, utilizamos la Palabra de Dios de acuerdo con nuestra conveniencia, por ejemplo: si pedimos un consejo y no es lo que queremos escuchar, simplemente nos enojamos o lo ignoramos, pero debemos saber que, por más dura que sea la verdad, debemos aceptarla porque nos ayuda a crecer como personas. El Papa Francisco nos dice: “Que la Virgen María, abierta a la escucha de la Palabra, que en ella se hizo carne, nos ayude cada día a escuchar a su Hijo en el Evangelio y a nuestros hermanos y hermanas con un corazón dócil, paciente y atento”.

Sólo critican a la Iglesia

Cuando no estamos de acuerdo con la jerarquía de la Iglesia o con algunos de sus miembros, nos ponemos a cuestionarlos, criticarlos y desprestigiarlos. Con todo esto, nos parecemos más a enemigos de nuestra Iglesia. Sabemos que nuestra Iglesia ya tiene muchos enemigos que la critican y la desprestigian, y no queremos que nuestros propios hermanos y hermanas sean nuestros enemigos. Lo mejor sería que nos pusiéramos a rezar por nuestra Iglesia –y en especial por los que la guían– eso es lo que hace un verdadero cristiano.

Es muy importante ser conscientes de nuestro enfriamiento espiritual y revisar las señales mencionadas en esta reflexión. Si reconocemos algunos de estos en nosotros mismos, deberíamos corregirlos inmediatamente utilizando los puntos mencionados. Pueden ayudarnos a seguir creciendo en nuestra relación con el Señor.

Debemos poner en práctica lo que nos dijo el Papa Francisco, que al discernimiento “pues nos ayuda a escuchar, a reconocer y ser dóciles al Espíritu del Señor en los grandes desafíos del mundo y de la misión de la Iglesia. Sin el discernimiento espiritual y pastoral estamos ciegos”.


La hermana Guadalupe Flores, OLVM, es la coordinadora de Formación de Fe de Adultos para la oficina del Ministerio Hispano. Envíele un correo electrónico a gflores@charlestondiocese.org.