Llamados a prepararnos
El calendario litúrgico es el desarrollo del ministerio de la vida, muerte y resurrección de Cristo e incluye las celebraciones de los santos. En esta reflexión nos enfocaremos en profundizar en uno de los tiempos: el Adviento.
El calendario litúrgico es el desarrollo del ministerio de la vida, muerte y resurrección de Cristo e incluye las celebraciones de los santos. En esta reflexión nos enfocaremos en profundizar en uno de los tiempos: el Adviento.
El Adviento es el primer periodo del año litúrgico en el que nuestra Iglesia reflexiona sobre la venida de nuestro Señor, Jesucristo. Para la Iglesia Católica, es el tiempo de Adviento en el que nos preparamos para vivir con intensidad la experiencia de la Encarnación de Jesús en la historia de la salvación. Cuando se nos invita a comprometernos con una profunda preparación, como un atleta que se prepara para una competencia y, al mismo tiempo, ya sueña con la meta. De la misma manera, tenemos que prepararnos para acoger la venida de Cristo, reflexionando sobre los siguientes aspectos:
Nosotros debemos abrazar la Palabra
En la Palabra de Dios, encontramos la veracidad de aquel que nació pobre e desvalido en un pesebre de Belén. Con ternura y amor, fue acogido por José y María para darse a conocer a los pobres. Las escrituras nos narran: “Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue” (Lc 2,6-7).
Reconocer la Palabra de Dios es abrir nuestros corazones para que él nos visite, nos hable, nos aconseje y, sobre todo, sepa que estamos en él. Para, de esta manera, tener esperanza en nuestro cotidiano vivir.
La esperanza es lo esencial en el Adviento
La esperanza a la que nos referimos es la alegre espera de la venida del Mesías, del Emmanuel, de Dios con nosotros. Esta esperanza se la tiene que vivir con fe y mucha confianza en el Señor. Estamos convencidos de que Dios cumple su promesa en nuestro diario vivir, incluidos los momentos más difíciles. Esta esperanza también nos lleva a mostrar gestos de amor y solidaridad hacia los demás, en particular hacia quienes sufre.
Donde estos gestos nos llevan a prepararnos interiormente para recibir al Mesías prometido y compartir su luz con todos aquellos que nos rodean. El Papa Francisco nos dijo: “No hay esperanza sin Encarnación, no hay esperanza sin compromiso, no hay esperanza sin implicación personal, no hay esperanza sin ponerse a la altura de los pobres, no hay esperanza sin compartir mis bienes o sin tocar la llaga del pobre como hizo el Buen Samaritano”.
Nuestra humanidad es parte del Adviento
Jesús nos mostró, a través de su propia vida, la humanidad de Dios hecho hombre. La Encarnación de Cristo nos invita a apreciar y descubrir en cada rostro la presencia de Dios. Redescubrir la humanidad es descubrir los planes que Dios tiene para cada uno de nosotros: justicia, libertad, amor, dignidad, paciencia, etc. En cambio, la sociedad actual nos ofrece el consumismo, las guerras, el odio y la ambición, que destruyen nuestra humanidad. El Adviento es un tiempo para recordarlo.
Otro aspecto del Adviento es la profecía
La profecía, desde la antigüedad, ha sido siempre un factor muy importante porque se escuchaba la voz profética de muchos profetas en el Antiguo Testamento. Entre ellos tenemos a Isaías, que anunciaba la venida del Mesías y dijo: “Por eso el Señor mismo les dará un signo. Miren, la joven está embarazada y dará a luz a un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel” (Is 7,14). Este anuncio del profeta se cumple en el Nuevo Testamento con el nacimiento de Jesús.
Estas voces proféticas les invitaban a tomar conciencia de la realidad en la que vivían. Por lo que es necesario que alguien alce su voz para interpretar y exhortar a la conversión. Como el profeta San Juan Bautista anunciaba: “A él se refería el profeta Isaías cuando dijo: ‘Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos’” (Mt 3,3). Por nuestro bautismo, cada uno de nosotros está llamado a ser profeta, a proclamar el Evangelio y a denunciar las injusticias e inmoralidades de la sociedad en la que vivimos.
Otro punto del Adviento es soñar
Algo que no debemos perder en nuestro caminar es saber soñar, en lo bueno y en lo nuevo que nos trae el inicio del año litúrgico y el fin del calendario gregoriano.Todo lo que soñamos personalmente, en familia o como comunidad pueden hacerse –porque nuestros sueños están enraizados en Dios y en nuestra fe– puesto que él nos hizo la promesa de enviar al Salvador y Redentor de la humanidad.
Dios se comunica con José en su sueño para encomendarle una misión. “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz a un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados” (Mt 1,20-21).
El Papa Francisco dijo que los sueños simbolizan la vida espiritual de cada persona, “ese espacio interior donde Dios se manifiesta y nos habla. Pero, continuó, en nuestro interior también hay otras voces, que pueden confundirnos, como nuestros miedos. Por eso es importante “aprender a hacer silencio, como San José, para reconocer la voz de Dios y discernir lo que él nos quiere revelar”.
El tiempo de Adviento es uno de los tiempos más intensos del calendario litúrgico. Que nos invita a saber escuchar la palabra de Dios, a tener esperanza, a pensar en la humanidad, a ser profetas y a saber soñar en cada momento de nuestro caminar como hijos e hijas de Dios. Sigamos a la estrella Belén, que siempre nos guiará en nuestro compromiso cristiano.
La hermana Guadalupe Flores, OLVM, es la coordinadora de Formación de Fe de Adultos para la oficina del Ministerio Hispano. Envíele un correo electrónico a gflores@charlestondiocese.org.