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 | Por Excmo. Mons. Jacques Fabre-Jeune, CS

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo – Septiembre 2023

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Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo, 

Este mes recordamos de manera especial a Nuestra Señora de los Dolores, su dolor y su confianza inquebrantable en el Señor. En palabras de san Juan Pablo II, “De María aprendemos a rendirnos a la voluntad de Dios en todas las cosas. De María aprendemos a confiar también cuando parece haberse eclipsado toda esperanza. De María aprendemos a amar a Cristo, Hijo
suyo e Hijo de Dios”.

María es honrada con muchos títulos, como Madre de Dios, Sede de la Sabiduría, Mediadora, Reina del Cielo y de la Tierra. A menudo meditamos sobre los momentos alegres de su vida, como la anunciación y la visitación, pero a veces podemos olvidar que ella, al igual que nosotros, experimentó el miedo y la pérdida. El título de Nuestra Señora de los Dolores pone de relieve el dolor que habría experimentado como ser humano por la pérdida de miembros de su familia y de su cónyuge, y luego por la muerte de su único hijo. 

Como Nuestra Señora de los Dolores, María es representada con siete espadas atravesando su corazón. Las espadas representan las siete penas que afrontó en su vida: la profecía de Simeón, su huida a Egipto, la pérdida del niño Jesús en el templo, el encuentro con Jesús en el camino hacia la cruz, la crucifixión de Jesús en el monte Calvario, el descenso de Jesús de la cruz y el entierro de Jesús en el sepulcro. 

Nosotros, como ella, debemos ofrecer nuestros sufrimientos unidos a Jesús en la cruz. No importa las dificultades a las que ustedes se enfrenten en este momento de sus vidas, les aliento a recordar las palabras de Jesús en la cruz: “Ahí tienes a tu madre” (Jn 19, 27), y a encontrar consuelo en saber que ella les guiará hasta el trono de Cristo. 

Recordemos también que María no es sólo una fuente de consuelo, sino también un modelo a seguir. Nos muestra que incluso en medio de nuestras mayores pruebas, podemos seguir confiando en el amor que Dios nos tiene y crear sentido a través de nuestro dolor. María nos enseña a ofrecer cualquier sufrimiento por la salvación de las almas y especialmente de las del purgatorio.

Al honrar a Nuestra Señora de los Dolores, que se nos recuerde la profundidad del amor de Dios, que no tiene límites, y la naturaleza sacrificial de la pasión de Cristo. Imitemos a María en su total confianza, entrega y obediencia a la voluntad de Dios y pidamos su intercesión mientras nos esforzamos por llevar nuestras cruces con valentía y gracia.

 

En el amor de Cristo, 

Excmo. Mons. Jacques Fabre-Jeune, CS

Obispo de Charleston