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 | Por Excmo. Mons. Jacques Fabre-Jeune, CS

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo – Mayo 2023

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,

El 14 de mayo, Día de la Madre, todos tenemos una oportunidad especial de honrar a nuestras madres y darles las gracias. Muchas personas compran flores y regalos o disfrutan de nuestros recuerdos. Los invito a reflexionar sobre esto: cada día, deberíamos reservar un tiempo para apreciar a nuestras madres, y especialmente a María, la Madre de Dios. Esto nos eleva como hijos e hijas de la Reina del Cielo.

Como católicos, dedicamos el mes de mayo como mes de Nuestra Señora. Esta estrella de gracia, nos lleva directamente a Cristo, su hijo, a pesar de las muchas distracciones y obstáculos de la vida cotidiana. En palabras de San Luis María Grignion de Montfort: “¿Te has desviado del camino que conduce al cielo? Entonces invoca a María, pues su nombre significa ‘Estrella del Mar, la Estrella Polar que guía las naves de nuestras almas durante la travesía de esta vida’, y ella te guiará al puerto de la salvación eterna”.

Cuando María aceptó su vocación de Theotokos, portadora de Dios, asumió también la responsabilidad de cuidar de cada uno de nosotros, y desde la cruz, Cristo nos la entregó como madre. En acción de gracias por su servicio amable y desinteresado, podemos honrarla mejor haciendo la voluntad de Cristo. Como dijo la propia María en las bodas de Caná: “Hagan lo que él les diga” (Jn 2, 5).

Agradecemos a nuestra madre María el amor paciente, constante y silencioso que nos tiene a cada uno de nosotros. Le damos gracias por el don de Jesucristo, el Verbo hecho carne. Le damos gracias por el dolor que soportó al permitir que su hijo viviera su ministerio terrenal, hasta el punto de morir por nuestra redención. En agradecimiento por el sacrificio que hizo a la humanidad, llevémosle un ramo de buenas obras.

Debemos tener siempre presente que la Santísima Madre es nuestra más firme y devota defensora. Aprendemos y crecemos a través de su ejemplo de humildad, pureza y aceptación incuestionable de la voluntad de Dios. Hoy y todos los días de nuestra vida, hagamos todo lo posible para hacer sonreír a nuestra madre, y confiemos en la misericordia infinita de su hijo todopoderoso, Jesucristo, nuestro Señor.

 

En el amor de Cristo,

Excmo. Mons. Jacques Fabre-Jeune, CS

Obispo de Charleston