Share this story


 | Por Obispo Jacques Fabre-Jeune

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo – Junio 2025

Este mes celebramos la paternidad  de una manera especial en la vida de la Iglesia. Con la reciente elección e instalación del Papa León XIV, así como con la celebración del Día del Padre en nuestro país, quisiera que reflexionáramos sobre cómo toda paternidad terrenal refleja la paternidad de Dios.

Como leemos en el Catecismo de la Iglesia Católica: “La paternidad divina es la fuente de la paternidad humana; ésta es el fundamento del honor que se debe a los padres” (2214).

La primera característica de la paternidad de Dios es su constancia. A pesar de nuestras faltas, él nunca nos abandona y celebra nuestras alegrías y logros. Está presente cuando necesitamos consejo, consuelo e incluso corrección amorosa. Dios prometió a nuestros padres en la fe que estaría con ellos para siempre, al establecer su alianza con Abraham, Isaac y Jacob.

La segunda característica de la paternidad del Señor es su papel como verdadero maestro. Todos los padres están llamados a instruir y transmitir conocimientos a sus hijos. Como modelo perfecto, Dios nos enseña mostrándonos el camino a su reino por medio de su Hijo Jesús. Del mismo modo, honramos a nuestros padres al recibir sus buenos consejos en el corazón, porque poseen una profunda sabiduría y experiencia sobre la vida y el mundo que nos rodea.

La tercera característica es que Dios siempre provee para sus hijos. Cada vez que lo invocamos, él escucha nuestro clamor y acude prontamente en nuestra ayuda. San Pablo lo expresa con gran elocuencia en la Carta a los Efesios: “Por eso doblo mis rodillas delante del Padre, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra. Que él se digne fortificarlos por medio de su Espíritu, con forme a la riqueza de su gloria, para que crezca en ustedes el hombre interior” (3,14-16).

Así como un padre ama, así también nos ama Dios. Él estuvo dispuesto a entregar a su Hijo amadísimo en la cruz y en cada Eucaristía para abrirnos las puertas del cielo. Nuestro Padre anhela que vivamos cerca de él, que compartamos nuestro tiempo con él y que lo elijamos libremente, así como él eligió darnos la vida.

Ningún padre terrenal es perfecto. Tal vez algunos de ustedes fueron bendecidos con un padre responsable y cariñoso: ámenlo y recen por él. Si no fue así, esta puede ser una ocasión difícil: ámenlo y recen por él, y no pierdan la esperanza. Tenemos un Padre en el cielo que nos ama, nos aconseja, que provee para nosotros y permanece a nuestro lado, especialmente cuando más lo necesitamos.

Elevo mis oraciones diariamente por todos los hombres llamados a la vocación de la paternidad: nuestros sacerdotes, diáconos y los padres de familia.

Feliz Día del Padre.

Con amor en Cristo,
Excmo. Mons. Jacques Fabre-Jeune, CS
Obispo de Charleston