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 | Por Obispo Jacques Fabre-Jeune

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo – Junio 2024

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Este mes de abril hemos celebrado nuestro primer Congreso Eucarístico Diocesano. Me sentí muy agradecido al ver que más de 1.700 fieles miembros de la Iglesia de Carolina del Sur se reunieron para celebrar la fe que compartimos en la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía.

La Eucaristía es verdaderamente un misterio. El mismísimo Jesucristo habita entre nosotros en todos los sagrarios del mundo bajo la forma de pan. Pero como no vemos su aspecto, su sonrisa y su rostro santo como nos vemos unos a otros, es posible que olvidemos que estamos de pie y arrodillados ante el hombre que dio desinteresadamente su vida por nosotros.

Tengan en cuenta que el sacrificio de la Misa es precisamente eso: el momento eterno en que Cristo entregó su cuerpo y su sangre en la cruz para nuestra redención. Es el pináculo de nuestras creencias como católicos y, sin embargo, muchos de nosotros nos volvemos complacientes en nuestro amor por él. Como escuchamos en el Evangelio de Juan: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que quien crea en él no muera, sino tenga vida eterna” (3, 16).

Imaginen que los invitan al palacio de un rey grande y poderoso. ¿Se vestirían con sus mejores atuendos, le rendirían homenaje, le prestarían toda su atención y le llevarían regalos? Les animo a acercarse a la Eucaristía con la misma reverencia y admiración. Vistan su mejor atuendo cuando asistan a Misa. Presten toda su atención al sacrificio en el altar. Traigan dones de su corazón y de su alma para ofrecerlos a Cristo Jesús.

Llévenle todo a él, y él les traerá plenitud, alegría y paz. El Rey de Reyes está entre nosotros: permítanse estar plenamente presentes en su presencia y dejen que él les hable al corazón.

Para terminar, con palabras de santa Ángela de Foligno: “Si nos detuviéramos un momento a considerar atentamente lo que sucede en este sacramento, estoy segura de que el pensamiento del amor de Cristo por nosotros transformaría la frialdad de nuestro corazón en un fuego de amor y gratitud”.

 

En el amor de Cristo,

Excmo. Mons. Jacques Fabre-Jeune, CS

Obispo de Charleston