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 | Por Excmo. Mons. Jacques Fabre-Jeune, CS

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo – junio 2023

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Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Desde los primeros tiempos de la historia humana, Dios se reveló a través de los profetas. Se les concedió el honor de transmitir las verdades reveladas del Señor a su pueblo y de allanar el camino al Dios-hombre, la verdad encarnada.

Entre la sucesión de los profetas, la venida de San Juan Bautista cumplió lo dicho por Isaías: “Una voz grita en el desierto: ‘Preparen el camino al Señor, enderecen sus senderos’” (Mt 3, 3). Ya en el seno de su madre, San Juan Bautista anunciaba la venida del Hijo de Dios. Saltó a la vista del verdadero profeta: Cristo Jesús.

También nosotros estamos llamados a ser profetas en nuestras vidas cotidianas. Como cristianos católicos, reconocemos que Jesús habita físicamente en sagrarios de todo el mundo. Mediante el Bautismo y la Confirmación, hemos heredado la responsabilidad de compartir las Buenas Nuevas, aunque pueda resultar incómodo y, a veces, peligroso. Los profetas de la antigüedad también eran humanos que experimentaban miedo, pero confiaban plenamente en el plan del Padre. Por ello, ayudaron a multitudes a creer y comprender la voluntad de Dios.

Cuando las personas que no comparten la fe nos preguntan sobre lo que creemos, una tentación habitual es cambiar de tema lo antes posible o dar respuestas vagas. Sin embargo, les pido que no tengan miedo. Ser instrumentos de la Palabra de Dios es un gran privilegio, y vital para nuestra alma y la de nuestros prójimos. Hagan brillar la luz de su fe, ¡no la escondan en un cajón donde nadie pueda verla (Mt 5, 15)!

Esto no significa que debamos predicar “a” la gente, sino que dejamos que Dios nos guíe en todo lo que pensamos, decimos y hacemos.

¡Vayan y cumplan su misión!

En el amor de Cristo,

Excmo. Mons. Jacques Fabre-Jeune, CS

Obispo de Charleston