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 | Por Excmo. Mons. Jacques Fabre-Jeune, CS

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo – julio 2023

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Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Ya que este mes celebramos el día de la independencia, quería reflexionar acerca del concepto de libertad. ¿Qué significa y qué implica realmente? No podemos hablar de libertad sin abordar primero el libre albedrío y el don de la razón. Nuestro omnisciente Creador nos dotó con la capacidad de elegirlo o de rechazarlo con nuestros pensamientos, palabras y obras. Este acto de humildad refleja el poder, la grandeza y el incesante amor que Dios tiene por cada uno de nosotros. Cuando elegimos vivir nuestro llamado de amar al Señor y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, es cuando empezamos a comprender la naturaleza de la verdadera libertad.

Estamos llamados a la libertad que sólo puede alcanzarse por medio del abandono total a la Divina Voluntad. Nuestras cargas se sienten ligeras cuando le ofrecemos nuestras preocupaciones y luchas a Jesús. La libertad que anhelamos en el fondo de nuestro corazón se nos fue alcanzada en los brazos de Cristo en la cruz. Ese momento —eternamente renovado en el sacrificio vivo y verdadero de la Eucaristía, y presente en cada tabernáculo a lo largo y ancho del mundo— es la libertad encarnada.

Tenemos la responsabilidad de defender la libertad que han ganado para nosotros aquellos que nos han precedido; y tenemos el deber de perfeccionarla, con la ayuda de Jesús, para aquellos que nos seguirán. Leemos en la carta a los Gálatas: “Vosotros hermanos fuisteis llamados a ser libres. Pero no uséis vuestra libertad para dar rienda suelta a la naturaleza pecaminosa, sino servíos unos a otros con amor” (5, 13-14).

Así como Jesús vino a redimir al ser humano para la mayor gloria del Padre, nosotros estamos llamados a acompañar a nuestros hermanos y hermanas durante su viaje personal hacia la verdadera libertad. Somos criaturas sociales, creadas para ser un eco de la Palabra —el mensaje que contiene toda bondad y libertad— en nuestra familia humana. Sólo cuando entregamos todo nuestro ser a la misión de Cristo, el gran libertador, podremos experimentar la verdadera libertad. Entonces, ésta florecerá en nuestras comunidades, en nuestras familias y en el corazón de cada persona que encontremos en nuestra nación.

La libertad no es posible sin amor. Es manifestada a través de una vida virtuosa y siguiendo el ejemplo de Jesús, quien rompió las cadenas del pecado y de la muerte. Hoy les invito a pensar en una manera en la que puedens restaurar la libertad en su hogar y en su vida personal: Comiencen con algo pequeño, tal vez ofreciendo un acto oculto de caridad por otra persona, y observen cómo se transforman su vida y nuestra cultura.

¡Feliz día de la independencia!

 

En el amor de Cristo,

Excmo. Mons. Jacques Fabre-Jeune, CS

Obispo de Charleston