Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo – Febrero 2024
Este año estamos en el ciclo B del calendario litúrgico y vamos a leer el Evangelio de Marcos. Nos acercamos al tiempo de Cuaresma, que comienza con el Miércoles de Ceniza, el 14 de febrero, el mismo día en que muchos estarán pensando qué regalar a sus seres queridos por San Valentín. Sin embargo, nosotros, los católicos, también estaremos de fiesta, pero de la mejor manera: entregando nuestros corazones a quien entregó su vida por nuestra salvación por profundo amor a nosotros y obediencia al Padre.
Este año estamos en el ciclo B del calendario litúrgico y vamos a leer el Evangelio de Marcos. Nos acercamos al tiempo de Cuaresma, que comienza con el Miércoles de Ceniza, el 14 de febrero, el mismo día en que muchos estarán pensando qué regalar a sus seres queridos por San Valentín. Sin embargo, nosotros, los católicos, también estaremos de fiesta, pero de la mejor manera: entregando nuestros corazones a quien entregó su vida por nuestra salvación por profundo amor a nosotros y obediencia al Padre.
En el mundo moderno, estamos acostumbrados a recibir todo al instante. La mayoría de nosotros no tenemos la experiencia de las dificultades para conseguir lo que necesitamos como la tuvieron nuestros antepasados. Es una bendición, pero presenta un claro peligro: puede hacernos olvidar o cuestionar el papel de la negación de uno mismo (también llamada “abnegación”). Nuestra sociedad nos enseña que, si nos sentimos bien, debemos estar haciendo lo correcto. Pero el ministerio terrenal de Cristo reveló una verdad incómoda: necesitamos abrazar el sacrificio cada día si queremos amar de verdad.
San Pablo nos recuerda en su carta a los Efesios: “Traten de imitar a Dios, como hijos suyos muy queridos. Practiquen el amor, a ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio agradable a Dios” (5, 1-2). Los pequeños sacrificios que hacemos durante la Cuaresma se vuelven especialmente meritorios cuando tenemos la tentación de rendirnos, cuando no tenemos ganas de sacrificarnos.
Tengan ánimo en estos momentos, mis hermanos y hermanas, que Cristo, el perfecto Hijo de Dios, también experimentó las mismas tentaciones. Cuando perseveramos, le estamos diciendo al Señor, desde lo más profundo de nuestro corazón, que le amamos y que queremos estar con Él en y para la eternidad. La tentación es pasajera, nuestra vida es corta, pero nuestro verdadero hogar en la presencia de Dios perdura para siempre.
Hemos entrado en la segunda fase del Avivamiento Eucarístico en las parroquias. Que cada uno de nosotros siga aprendiendo todo lo que necesita saber sobre este misterio y, sobre todo, que viva como quien se salva por la muerte y resurrección de Cristo Jesús. Tengan la seguridad de que rezo por ustedes en este tiempo de Cuaresma, para que experimenten las gracias suficientes para prepararse al sufrimiento, la muerte y la resurrección de nuestro Rey sacrificial.
En el amor de Cristo,
Excmo. Mons. Jacques Fabre-Jeune, CS
Obispo de Charleston