Share this story


 | Por Obispo Jacques Fabre-Jeune

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo – Agosto 2024

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Cada uno de nosotros estamos llamados como hijos e hijas de Dios a conocer, amar y servir a nuestro Padre del cielo. Ahora que hemos comenzado el curso académico, me gustaría compartir mis pensamientos sobre conocer al Señor y comprender el orden creado de este mundo.

Propongo tres formas de crecer en el conocimiento de Dios. Podemos ser guiados en nuestro camino para conocerle, como cristianos católicos, a través de las revelaciones de la fe y del ministerio terrenal de Cristo. La Sagrada Escritura y la Tradición son anclas de la verdad que sirven de guía al Omnisciente. Dedicar tiempo a la lectura de las Escrituras, grabar el catecismo en nuestro corazón y arrodillarnos en su presencia en adoración nos permite crecer en la fuente de todo entendimiento, la Palabra Viva.

Otro camino hacia el conocimiento de Dios es el uso de la razón. Observamos la belleza de los patrones de la naturaleza, las leyes que la rigen y la tranquilidad del mundo creado. Entonces vislumbramos al que estableció los cimientos de esta realidad tangible. San Agustín dijo: “Dios no espera que le sometamos nuestra fe sin razón, sino que los propios límites de nuestra razón hacen de la fe una necesidad”. 

En tercer lugar, y de forma directa, podemos llegar a conocer a Dios mediante el ejercicio de la oración diaria. Cuando rezamos, entablamos la relación eterna que el Señor tiene con cada uno de nosotros. Él se revela a sí mismo y su voluntad para nuestras vidas en la quietud y el silencio de nuestros corazones. Necesitamos una relación de comunicación con nuestro creador para reconocer su voluntad divina. Como está escrito en los Salmos: “Yo te busco de todo corazón: no permitas que me aparte de tus mandamientos. Conservo tu palabra en mi corazón, para no pecar contra ti. Tú eres bendito, Señor: enséñame tus preceptos” (119, 10-12).

Los animo a fomentar la chispa del conocimiento inherente a cada uno de nosotros para que podamos encender la oscuridad de un mundo caído y nuestras mentes. Derramen la luz de Cristo a todos los que encuentren y den testimonio de su perfección para que otros puedan entender el verdadero significado de la vida: la unidad con Dios. Búsquenlo, como la llama busca el cielo.

“El comienzo de la sabiduría es el temor del Señor, y la ciencia del Santo es la inteligencia” (Pr 9, 10).

En el amor de Cristo,

Excmo. Mons. Jacques Fabre-Jeune, CS

Obispo de Charleston