Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo
Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Al entrar en el tiempo de Cuaresma, nos preparamos para el sagrado misterio de la dolorosísima muerte y la gloriosa resurrección de Nuestro Señor. Jesús vivió en esta tierra unido a nosotros asumiendo la humanidad misma. Expresó su amor hacia nosotros de muchas maneras, soportando los sufrimientos de este mundo, provocados por la caída de nuestros antepasados, Adán y Eva. Cristo nos reveló que el sufrimiento tiene una finalidad espiritual: ofrecerlo, unidos a él, y sin quejas, nos permite expresar nuestro amor más profundamente a Dios y al prójimo.
Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Al entrar en el tiempo de Cuaresma, nos preparamos para el sagrado misterio de la dolorosísima muerte y la gloriosa resurrección de Nuestro Señor. Jesús vivió en esta tierra unido a nosotros asumiendo la humanidad misma. Expresó su amor hacia nosotros de muchas maneras, soportando los sufrimientos de este mundo, provocados por la caída de nuestros antepasados, Adán y Eva. Cristo nos reveló que el sufrimiento tiene una finalidad espiritual: ofrecerlo, unidos a él, y sin quejas, nos permite expresar nuestro amor más profundamente a Dios y al prójimo.
Hay muchas escenas en el Nuevo Testamento que nos muestran las torturas, las penas y los dolores que recibió Jesús en su vida terrenal: los hombres y las mujeres que él había sanado se olvidaron a menudo de agradecerle las bendiciones que les concedió; uno de sus discípulos más cercanos le traicionó con un beso. Fue tentado por el diablo durante 40 días en el desierto. Fue golpeado, escupido y crucificado para abrir las puertas del paraíso incluso a los mismos que le odiaban. Y a lo largo de todas las pruebas y tribulaciones que encontró, dio constantemente todo lo que tenía, todos sus dones y su amor, a los que le rodeaban.
Este mes celebramos la vida de San José, que amó tanto a Jesús y a María que soportó molestias personales en beneficio de ellos y escuchó y confió plenamente en el Señor.
También, nos enfocaremos en escuchar a nuestros hijos y comprender la profundidad de su fe. Leeremos sobre la increíble labor que se realiza en favor de las madres que sufren crisis, y sobre lo que nuestras parroquias pueden hacer para ayudar.
El sacrificio, aunque ciertamente es incómodo por naturaleza, es una fuente de fuerza, física y espiritual. Tenemos el ejemplo perfecto de ello en el Hijo perfecto de Dios. En esta Cuaresma, desafiemos a hacer sacrificios para mejorarnos a nosotros mismos, a nuestras familias y a nuestras comunidades, ofrezcamos todo lo que hacemos para la mayor gloria de Dios, y pidamos la intercesión de San José para que nos dé la fuerza de resistir hasta la gloria de la Resurrección.
En la paz del Señor,
Excmo. Mons. Robert E. Guglielmone, DD
Obispo de Charleston