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 | Por Excmo. Mons. Jacques Fabre-Jeune, CS Obispo De Charleston

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Todas las creaciones de Dios llevan la huella de su orden divino. Cuando dio vida a Adán y Eva, les encargó que gobernaran el mundo en su lugar. En el reflejo de su semejanza, estableció las leyes que guían a la humanidad hacia el conocimiento de su voluntad. Como animales sociales con una jerarquía natural, estamos llamados a vivir en unidad en busca de la virtud. Como las abejas en una colmena, fuimos creados para trabajar en conjunto con nuestros hermanos y hermanas para formar parte de algo más grande que nosotros mismos: el reino de Dios en la tierra.

Me gustaría que pensáramos en el papel que desempeñan los derechos y las responsabilidades en nuestras propias vidas. En esta edición de The Catholic Miscellany, leerán sobre las abejas como símbolo histórico de la vida cristiana, y por qué las utilizaremos como modelo para el próximo año. Siempre continuamos centrándonos en la Eucaristía, en particular este mes, mientras nos acercamos al Domingo Catequético del 18 de septiembre. Y finalmente, para el Mes de la Herencia Hispana, aprendemos sobre los indígenas mayas de Guatemala que ahora viven su fe en Carolina del Sur.

Como hijos de Dios es nuestra responsabilidad ofrecer nuestro tiempo y talentos para edificar a nuestros hermanos y hermanas en nuestras comunidades, encendiendo en ellos la llama del amor y fervor de la fe. Estamos llamados por Dios a defender los derechos que protegen y afirman la dignidad de cada persona, y las leyes que nos conducen a la consecución de nuestro fin: la unión con Dios. Nuestros líderes civiles deben participar en el poder creador de Dios, guiados por la imitación de su autoridad, para elaborar leyes que promuevan el bien común. La ley sin amor es inútil: va en contra de nuestra propia naturaleza.

Recemos para que el Espíritu Santo vigorice a nuestros legisladores y a quienes tienen autoridad en la sociedad para que promulguen leyes que magnifiquen la belleza de nuestra naturaleza; para que trabajemos para apoyar y afirmar a los más vulnerables entre nosotros; para que nos acerquemos cada vez más al sacrificio perfecto de la Eucaristía; y para que Cristo Jesús nos dé la fuerza para someternos a la voluntad de su Padre.

En el amor de Cristo,

Excmo. Mons. Jacques Fabre-Jeune, CS

Obispo de Charleston