| Por Hna. Guadalupe Flores

Mensajeros de esperanza y alegría de la vida consagrada

El Santo Papa Juan Pablo II, en 1997, instituyó un día de oración para la vida consagrada de hombres y mujeres. Justamente, esta celebración se realiza en la fiesta de la Presentación del Señor en el templo por María y José (2 de febrero); la intención es destacar el don que la vida consagrada es para toda la Iglesia. Por lo tanto, es muy importante que todos los cristianos puedan ver la vida consagrada, como un don de Dios para su Iglesia y para toda la humanidad. Este es un tiempo de agradecer a Dios por los diferentes estilos de vida consagrada dentro de nuestra Iglesia.

Cada año, hay un lema específico para celebrar el día de la Vida consagrada. El lema del año pasado fue “caminando con esperanza”, en resonancia con el sínodo de los obispos del 2021-2024. De igual manera, en 2025, el jubileo de la Vida Consagrada se celebrará con el lema “Peregrinos de esperanza, por el camino de la paz” (Carta a los Consagrados, Vaticano, 29 de junio 2023). Por lo cual, debemos unir nuestras oraciones para que el camino de la vida consagrada inspire siempre a todos los creyentes.

Todos los que se comprometen con Dios están llamados a dar testimonio de vida en lo cotidiano. De esta manera, haciéndonos ver que es posible tener un encuentro con Dios en todo momento y en todo lugar, donde están llamados a ser signos de esperanza en un mundo controversial en el que se están perdiendo los valores cristianos. Por lo tanto, la presencia de la vida consagrada es muy importante porque es un signo de esperanza y amor en un mundo materialista e individualista.

La vida consagrada, como un signo profético del amor de Dios, debe vivir su entrega en comunidad y fraternidad como presencia real y radical de que es posible vivir los consejos evangélicos de manera visible. El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice claramente que: “Los consejos evangélicos están propuestos en su multiplicidad a todos los discípulos de Cristo. La perfección de la caridad a la cual son llamados todos los fieles implica, para quienes asumen libremente el llamamiento a la vida consagrada, la obligación de practicar la castidad en el celibato por el Reino, la pobreza y la obediencia. La profesión de estos consejos en un estado de vida estable reconocido por la Iglesia es lo que caracteriza la ‘vida consagrada’ a Dios” (915). Porque solamente en comunidad se practica la corrección fraterna y al mismo tiempo donde predomina el perdón, la escucha, la colaboración, la comprensión el apoyo mutuo, la sinceridad, etc., se pueda construir una comunidad, donde los demás puedan ver cómo Dios obra en ellos y a la vez estos valores se reflejan en sus diferentes ministerios que realizan. 

La vida consagrada ha de ser un signo visible del amor de Dios; por tanto, ha de desembocar en la misión para dar esperanza y alegría a todos los cristianos. San Juan Pablo II, en su exhortación apostólica, nos dice: “La vida consagrada está en el corazón mismo de la Iglesia como elemento decisivo para su misión, ya que “indica la naturaleza íntima de la vocación cristiana y … pertenece íntimamente a su vida, a su santidad y a su misión” (VC 3). Lo que debe caracterizar al consagrado en la misión es su entrega incondicional a la obra de redención de todos los creyentes. El Papa Francisco mencionó lo siguiente: “Quería deciros una palabra, y la palabra es alegría. Siempre, donde están los consagrados, siempre hay alegría” (VC, 2 de febrero del 2024). Por eso, podemos decir que la esperanza y alegría van acompañando a los consagrados en su entrega y servicio a todos aquellos con quienes se relacionan. 

La misión del consagrado es anunciar la palabra de Dios y denunciar la injusticia. Por eso debe ser coherente, dando testimonio con su propia vida. Porque su vida es diferente de la de los demás, de tal manera, deben ser hombres y mujeres sensibles a la realidad de los demás. 

En conclusión, debemos tener siempre presente estas palabras del Papa Francisco: “La vida consagrada es como el agua, si no fluye se pudre, pierde sentido, es como la sal que pierde sabor, se vuelve inútil" (13 de enero 2023).


La hermana Guadalupe Flores, OLVM, es la coordinadora de Formación de Fe de Adultos para la oficina del Ministerio Hispano. Envíele un correo electrónico a gflores@charlestondiocese.org.