| Por Hna. Guadalupe Flores

Llamados a producir los frutos del Espíritu Santo

El Papa Francisco dijo que, para vivir, "te necesitamos como al agua: desciende una vez más sobre nuestros corazones y enséñanos a amar como tú nos amas, a perdonar como tú nos perdonas". Esto debería hacernos pensar en cómo nos mueve el Espíritu Santo en cada momento de nuestra vida.

No podemos ver al Espíritu Santo, , pero podemos sentir su presencia en nuestras vidas, especialmente cuando nos permitimos ser iluminados para tomar decisiones que afectan nuestra vida y la de los demás. En el Evangelio de Lucas nos dice: “El Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir” (12, 12).

Debemos dejarnos guiar por el Espíritu, que actúa inesperadamente en cada uno de nosotros. Tenemos que estar abiertos a su guía y sabiduría, como lo estuvo Moisés en el Antiguo Testamento para liberar al pueblo de Israel de la esclavitud (Ex 6, 6-70). Si nos dejamos mover e inspirar por el Espíritu Santo, siempre estaremos en la presencia de Dios.

Los frutos del Espíritu Santo que nos son dados para vivir la voluntad de Dios Padre son:

El Amor

No es un sentimiento, es más bien una decisión del corazón. Es un mandamiento de Dios, que él nos da y nos invita a vivir en plenitud (1 Cor 13, 4-8). Dios no nos da sentimientos por mandamientos, porque los sentimientos son pasajeros. En la Biblia podemos encontrar muchas referencias sobre el amor. En su Evangelio, Juan nos dice: “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (13, 34-35).

El Gozo

No es una emoción. Es una condición espiritual que se recibe por la pura gracia de Dios. El gozo nos da una alegría profunda y nos lleva a tener confianza plena en Dios a pesar de las dificultades que podamos tener. En los Hechos de los Apóstoles, Pablo y Silas nunca perdieron el gozo de su corazón a pesar de haber sufrido golpes y humillaciones. Cantaban y alababan al Señor (Hch 16, 22-25).

La Paz

Es un estado espiritual que recibimos por la gracia de Dios. En los Evangelios, Jesús da la paz a sus apóstoles cuando dice: “Les dejo la paz, les doy mi paz” (Jn 14, 27). Después de su resurrección, lo que Jesús más quiere darnos es la paz para poder transmitirla a los demás (Jn 20, 19).

La Paciencia

Es una virtud que solamente puede dar el Espíritu Santo. En el Antiguo Testamento, Job nos enseñó a vivir con paciencia como quien esperó pacientemente el favor de Dios. La paciencia nos da la certeza de que Dios cumplirá la promesa que nos hizo (St 5, 7-8).

La Benignidad

Generalmente, se refiere a la manera de ser de un cristiano, reflejando una ternura, tolerancia o paciencia. La benignidad se relaciona con hacer el bien de forma natural y nos hace capaces de tratar a los demás con la misma misericordia que tuvo Cristo con todos, en especial con los que sufren, como los enfermos, la mujer hemorrágica (Mc 5, 25-34), los leprosos (Lc 17, 11-19) y el ciego de nacimiento (Jn 9, 1).

La Bondad

No es tener lástima a alguien, sino que se refiere a la disposición a hacer siempre el bien a los demás. Santa Teresa de Calcuta es una de las santas que personifica la bondad por todas sus acciones en favor de las personas en situación de pobreza.

La Fe

Es importante en nuestras vidas porque creemos en algo que no vemos ni tocamos. En la carta de Pablo a los hebreos, nos dice: “La fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven” (11, 1). Los apóstoles le piden a Jesús que aumente su fe, y cada uno de nosotros podemos identificarnos porque en algún momento de nuestra vida pedimos lo mismo: “Auméntanos la fe” (Lc 17, 5).

La Mansedumbre

Es un valor que se aprecia en una persona. Es sinónimo de suavidad en el trato con los demás, es así que el Papa Francisco dijo: “Necesitamos la mansedumbre para avanzar por el camino de la santidad”. San Pablo nos exhorta a cultivar la mansedumbre en nuestros corazones para tener buenas relaciones en nuestro trato con los demás (Ef 4, 2).

La Templanza

Es una virtud que nos da el Espíritu Santo. La persona que cultiva esta virtud es una persona que sabe controlar sus emociones. La templanza está en cada creyente: “Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad” (2 Tim 1, 7).

El Espíritu Santo nos da la gracia a través de los frutos que nos da diariamente para seguir creciendo en nuestro compromiso con Cristo. El Papa Francisco dijo: “Tenemos la gran responsabilidad de anunciar a Cristo crucificado y resucitado, animados por el soplo del Espíritu de amor. Porque sólo este amor tiene el poder de atraer y cambiar el corazón del hombre”.


La hermana Guadalupe Flores, OLVM, es la coordinadora de Formación de Fe de Adultos para la oficina del Ministerio Hispano. Envíele un correo electrónico a gflores@charlestondiocese.org.