
El perdón es el gran regalo de Dios
Muchas veces hemos hablado sobre el tema del perdón, pero siempre se puede seguir ahondando en él o añadir algo que aporte una luz para todos los que a veces se preguntan o dicen: “Perdono, pero no olvido”; “Perdono, pero no sano”; o “No sé si tengo la certeza de que ya he perdonado”.
Muchas veces hemos hablado sobre el tema del perdón, pero siempre se puede seguir ahondando en él o añadir algo que aporte una luz para todos los que a veces se preguntan o dicen: “Perdono, pero no olvido”; “Perdono, pero no sano”; o “No sé si tengo la certeza de que ya he perdonado”.
Todas estas preguntas, y muchas más, nos interpelan profundamente y nos llevan a cuestionarnos a nosotros mismos. Me gustaría compartir una pequeña luz referente a cómo poder perdonar a quienes nos han herido o causado daño, siguiendo algunos puntos que nos conducen al perdón.
La compasión es tener la capacidad de sentir o conmoverse con el sufrimiento de los demás. El Papa Francisco decía que la compasión “es como el lente del corazón que nos hace comprender las dimensiones de la realidad, es el lenguaje de Dios, mientras tantas veces el lenguaje humano es la indiferencia”.
Las sagradas Escrituras nos hablan de tener compasión, como en la parábola del buen samaritano: “Pero un samaritano... lo vio y se conmovió” (Lc 10,25-37). La palabra salió de los mismos labios de Jesús.
La compasión significa sentir empatía por la persona que te ha ofendido y pensar en lo que tiene en su corazón que le ha llevado a ofenderte. Este hecho nos lleva a pensar más allá de la ofensa en sí, a lo que le ha llevado a ofender, a gritar, a traicionar, etc. No para justificar, pero, al igual que el samaritano, estamos invitados a compadecernos y a responder de la mejor manera.
El perdón es la capacidad de reconocer la propia falta y buscar la manera de repararla. No necesitamos sentirlo, pero sería sano que pudiéramos sentirlo. Lo más importante es hablar con la persona que nos ha ofendido o a la que hemos ofendido. Con esto, ya le hemos hecho un favor a la persona que nos ha ofendido.
Perdonar a una persona no es fácil; es iniciar el camino del perdón. Es algo gratificante para uno mismo, y de esta manera se empieza a vivir en paz y armonía con uno mismo y con los demás. El Papa Francisco decía, “Intentemos, ahora, cada uno de nosotros, pensar en una persona que nos ha herido, y pidamos al Señor la fuerza para perdonarla. Y perdonémosla por amor al Señor: nos hará bien, nos devolverá la paz a nuestro corazón”. Jesús nos habló del perdón en el Evangelio de San Mateo, cuando Pedro le preguntó cuántas veces debía perdonar a su hermano que pecaba contra él. Jesús respondió: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete” (18,21-22). Jesús nos invita a perdonar infinitamente a quienes nos ofenden, aunque sea difícil. Jesús, en la cruz, perdonó al ladrón que estaba a su lado y le ofreció una nueva vida en el paraíso.
Mirar con misericordia. Cuando Dios nos perdona no mira el tamaño de nuestro pecado. La palabra de Dios nos dice: “Vengan, y discutamos … aunque sus pecados sean como la escarlata, se volverán blancos como la nieve; aunque sean rojos como la púrpura, serán como la lana” (Is 1,18). Simplemente nos mira con misericordia y nos invita a tener misericordia con los demás. Podemos reflexionar en la parábola del hijo pródigo, la oveja perdida y todas las parábolas de la misericordia que existe en los Evangelios. De la misma manera, San Francisco de Sales decía, “Cuánto más nos sentimos miserables, más debemos confiar en la misericordia de Dios. Porque, entre la misericordia y la miseria, hay una relación tan grande que una no puede hacerse sin la otra”.
Saber perdonar de corazón es vencer el deseo de reaccionar de una manera humana, queriendo hacer daño a la persona que te ofendió y, en este momento, a pesar de tener estos sentimientos, tú le pides a Dios en tu interior la gracia de perdonar completamente de corazón y se lo ofreces como sacrificio por la salvación del alma de la persona que te ofendió y también por la tuya. Perdonar de corazón es un camino más ligero al cielo. Muchas veces nosotros nos proponemos y nos preguntamos: "¿Qué sacrificio puedo hacer? Dejar de comer algo, dejar de escuchar música, utilizar menos las redes sociales o reflexionar más?” Lo mejor sería proponernos plenamente a perdonar de corazón, y debemos pedir a Dios desde lo más profundo de nuestro corazón que nos ayude a perdonar de corazón.
Camino al cielo. El perdón es un camino al cielo que se va construyendo día a día. Cuando alguien te pide perdón y tú respondes: “Yo nunca te perdonaré”, o “No quiero saber nada de ti, no quiero hablar contigo”, estas respuestas pueden dejar una gran herida o iniciar un camino de odio y rencor en la otra persona.
En vez de contribuir con la salvación de la otra persona, estamos colaborando con su ira, su egoísmo, soberbia, orgullo o deseo de venganza. Por eso debemos perdonar y liberarnos para así construir nuestro camino al cielo, como Jesús nos dice: “No juzguen, para no ser juzgados. Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará” (Mt 7,1-2). También nos dice: “Perdonen y serán perdonados”. Esta es la promesa que nos hace Jesús: debemos siempre perdonar, porque ese es nuestro camino al cielo. El perdón se va construyendo con el tiempo, y depende de nosotros esa construcción.
Los santos nos hablan sobre el perdón, y muchos santos han sabido perdonar desde lo más profundo de su corazón; entre ellos tenemos San Juan Pablo II, que perdonó a su agresor que le dio tres balazos y lo envió al hospital. La Santa Josefina Bakhita fue una esclava africana y fue vendida a diversas personas. Podemos imaginar los maltratos, abusos y humillaciones que tuvo que sufrir. En esta travesía, se encuentra con el Señor y su vida sufre una transformación. Dice: “Ya no soy más esclava; solamente soy esclava del Señor, servidora del Señor”. Tenemos muchos más que nos dan ejemplo de cómo saber perdonar, porque todo esto nos lleva a vivir en paz y armonía con nosotros mismos y con los demás.
Podemos decir que la compasión y la misericordia van de la mano para un verdadero perdón de corazón, y algunos santos nos dan ejemplos del verdadero perdón. Por lo cual, perdonar es un don que Dios nos da para nuestro propio bien; sin embargo, siempre debemos perdonarnos unos a otros, aunque sea difícil. Lo más importante es la intención que nosotros tengamos en el corazón.
“Las palabras que decimos: ‘Te absuelvo de tus pecados’ significan también: ‘Tú, hermano, hermana, eres precioso, preciosa para Dios; es bueno que estés ahí’”, dijo el Papa Francisco. “Y esta es una medicina muy poderosa para el alma”.
La hermana Guadalupe Flores, OLVM, es la coordinadora de Formación de Fe de Adultos para la Oficina del Ministerio Hispano. Envíele un correo electrónico a gflores@charlestondiocese.org.