| Por Hna. Guadalupe Flores

Las vocaciones son un llamado de amor y entrega

El Papa Francisco en su quincuagésima séptima jornada mundial de la oración por las vocaciones dijo, “Que cada uno pueda descubrir con gratitud la llamada de Dios en su vida”. Por eso, descubrir el plan de Dios en nuestra vida es un desafío que solo nosotros podemos asumir. Dios llama a cada uno de nosotros a vivir con autenticidad una vocación específica. Las vocaciones que nos presenta la Iglesia son el matrimonio, el sacerdocio, la vida consagrada y la soltería.

La vocación al matrimonio es una llamada a una vida de santidad en la relación entre un hombre y una mujer. El matrimonio se realiza entre dos personas bautizadas porque es un sacramento, lo que significa que su relación transmite el vínculo de amor entre Cristo y su pueblo. El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que “La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados” (CIC 1601).

La vocación a la vida sacerdotal llama a los hombres a ser signos visibles en medio de la Iglesia de Cristo Cabeza, qué anima y dirige a la comunidad en el amor. Lo fundamental de esta vocación es el trabajo y la responsabilidad de construir la comunidad eclesial. El Catecismo nos dice, “El sacerdocio ministerial … está al servicio del sacerdocio común, en orden al desarrollo de la gracia bautismal de todos los cristianos. Es uno de los medios por los cuales Cristo no cesa de construir y de conducir a su Iglesia.” (CIC 1547).

No podemos dejar de mencionar el diácono. La palabra diaconado significa “servicio”, siguiendo el ejemplo de Jesús: “Porque él mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud” (Mc 10, 45). La Iglesia Católica reconoce dos tipos de diáconos, “transitorio” y “permanente”.

El diaconado transitorio son los seminaristas en la última etapa de su formación para el sacerdocio. Es una etapa de aprendizaje en la que los futuros presbíteros se preparan para la ordenación sacerdotal.

El diaconado permanente permite este servicio tanto a los hombres casados como a jóvenes solteros y eficientes. Realizan trabajos seculares para mantener a sus familias y ayudar a sus párrocos locales en diferentes ministerios, como visitar a los enfermos, enseñar la fe, celebrar sacramentos, acompañar a las parejas y ser parte de los comités y consejos parroquiales. Como dice la constitución dogmática Lumen Gentium “En el grado inferior de la Jerarquía están los diáconos, que reciben la imposición de las manos no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio” (No. 29).

La vida consagrada es una vocación donde una persona entrega su vida a Dios, apoyándose en una comunidad religiosa. Existen diferentes formas de vida consagrada donde las personas eligen vivir lejos del mundo siguiendo voluntariamente estrictas reglas religiosas. Lo que se espera de la vida consagrada es que realice su ministerio en el mundo ayudando a los más necesitados. Su misión es buscar el reino de Dios en la tierra. Por lo que el CIC nos dice que es “El estado de vida que consiste en la profesión de los consejos evangélicos … la obligación de practicar la castidad en el celibato por el Reino, la pobreza y la obediencia. La profesión de estos consejos [consiste] en un estado de vida estable reconocido por la Iglesia” (CIC 914-915). 

La soltería como vocación es una forma de vida dedicada al servicio de los demás. Dios nos da la libertad de decidir lo que queremos en nuestras vidas. Las personas a menudo están tan ocupadas con las actividades cotidianas que no escuchan el llamado de Dios.

La Iglesia Católica apoya la soltería como una vocación. Muchas personas que eligen este estado de vida pueden tener muchas razones para vivir de esta manera. Por ejemplo, algunos desean tener más tiempo para ayudar en la iglesia u otras actividades que requieren organizar su tiempo y compromisos. Aunque podemos decir que los casados pueden hacer lo mismo, la familia es su prioridad.

Por lo tanto, a pesar de nuestras imperfecciones, Dios continúa llamándonos a servirle a través de una vocación específica. Cada persona tiene una vocación de amor y entrega, y saber responder a la llamada de Dios depende de cada uno de nosotros.


La hermana Guadalupe Flores, OLVM, es la coordinadora de Formación de Fe de Adultos para la oficina del Ministerio Hispano. Envíele un correo electrónico a gflores@charlestondiocese.org.