| Por el Dr. Mike Martocchio

Via Fidelis: ‘Serán mis testigos’ Parte 2: Lo que decimos

“Predica siempre el Evangelio; si es necesario, usa palabras”. Con frecuencia oímos o repetimos estas famosas palabras atribuidas a San Francisco de Asís, aunque no tenemos constancia de que las pronunciara nunca. Sin embargo, tendemos a utilizarlas de un modo que socava su poder y significado.

El sentimiento básico de esta frase es comunicarnos que la proclamación del Evangelio no pretende ser un montón de palabras vacías. Más bien, el Evangelio debe encarnarse en nuestra disposición y acción. Por desgracia, la mayoría de las veces utilizamos esta frase para excusarnos de hablar realmente de la Buena Nueva, asegurándonos de que nuestras acciones hablan por sí solas.

A veces, olvidamos que las palabras son muy necesarias.

Llevamos casi un año recorriendo juntos la Via Fidelis. Hemos pasado buena parte de este año profundizando en la comprensión del kerygma, el mensaje básico de salvación que se nos ofrece en Cristo. Tras reflexionar sobre muchas piezas clave del mensaje evangélico, hemos centrado nuestra atención en el acto de proclamación: lo que hacemos con ese mensaje.

Hemos hablado del testimonio completo que debemos dar del Evangelio. Este testimonio fluye de la dedicación de todo lo que tenemos y somos al Señor. Hemos citado el ejemplo de los mártires de la Iglesia como modelos de devoción completa. Pero todos debemos vivir para Cristo. Y vivir para él debe manifestarse en toda nuestra vida y en nuestros actos.

Sin embargo, a veces las palabras son necesarias: varios aspectos de nuestra proclamación verbal de Cristo Jesús son importantes.

En primer lugar, en coherencia con nuestra necesidad de encarnar el Evangelio, nuestras palabras deben reflejar el tipo de Dios en el que creemos. Deben ser semejantes a Cristo. Nuestras palabras deben reconocer siempre la dignidad humana, evitar la malicia y el escándalo, y reflejar el amor con que Dios nos ha amado. Los gestos y actos de amor son esenciales, pero a menudo es necesario expresar el significado de esos actos con palabras. La combinación de palabras y acciones pone de manifiesto el amor de Dios. Muestra la conexión intrínseca entre nuestros pensamientos y nuestras acciones.

Además de esta poderosa combinación, la Buena Nueva en sí misma es algo que exige una proclamación explícita. Es una parte esencial de nuestra llamada bautismal a la misión, en la que debemos decir a la gente quién es Jesús y por qué es importante. Esto implica compartir algunos de los puntos principales de la proclamación de la salvación, el kerygma.

Como cristianos, es importante que comprendamos esta verdad y que seamos capaces de transmitirla a los demás. Debemos esforzarnos por comprender la esencia de nuestra fe para poder compartirla.

No estamos llamados a proclamar la salvación como si consistiera en una serie de conceptos abstractos o acontecimientos pasados, sino a proclamar el significado y sentido de los acontecimientos que llevan a la salvación. Este año, al examinar sucesivamente los elementos que componen el kerygma, recordarán que lo que surgió fue una historia. Y no se trata de una historia más: es la historia. La historia de la salvación es una historia que nos involucra a cada uno de nosotros. Nuestras historias individuales están ligadas y unidas a la única historia de la salvación.

Teniendo esto en cuenta, cuando hablamos de la Buena Nueva, si nos olvidamos de mencionar por qué es una Buena Nueva para nosotros, estamos errando el camino. Nuestro testimonio debe incluir no sólo las cosas buenas que Dios ha hecho a lo largo de la historia, sino también las cosas buenas que Dios está haciendo ahora mismo en nuestras vidas. Por eso la Buena Noticia sigue siendo noticia. Dios sigue actuando en el mundo y en nuestras vidas.

Una de las mayores barreras para proclamar la fe es el obstáculo mental de pensar que tenemos que ser capaces de hacer un relato sistemático de la historia de la salvación o una presentación perfecta de nuestras vidas para ser testigos eficaces. Nada más lejos de la realidad.

Lo que estamos llamados a proclamar es la Buena Nueva tal como ha afectado y cambiado nuestras vidas. Tenemos que compartir por qué creemos y la diferencia que eso supone para nosotros. En realidad, lo más importante es la autenticidad de nuestro testimonio. Esta debe compartirse de forma clara y externa.

A veces son necesarias las palabras.


Michael Martocchio, Ph.D., es secretario del discipulado y director de la Oficina de Catequesis e Iniciación Cristiana. Envíale un correo electrónico a mmartocchio@charlestondiocese.org.