Share this story


 | Por Cristina Sullivan

Para la Clase de 2023, el verdadero éxito es relacional

Uno de los discursos de graduación con más visitas en YouTube es el que dió Kyle Martin, estudiante valedictorian de The Kings Academy (en West Palm Beach, Florida) en el 2019. La razón de por qué es uno de los más populares es porque relata de manera honesta que cuando se enteró que podía ser elegido como valedictorian, hizo todo lo posible para conseguirlo y lo logró. Sin embargo, 15 segundos después de haber recibido el premio se dio cuenta de que el precio que había pagado había sido muy alto: le costó muchas relaciones importantes para él.

En su discurso agradeció el hecho de haber aprendido que lo más importante no es alcanzar el éxito, sino tener relaciones sanas.

“Nada es más importante que tener relaciones sanas. Nada,” dijo Martin. “Ni siquiera tus logros o tus éxitos. Y este es el por qué: es por medio de nuestras relaciones que logramos influir en las demás personas, las impactamos y logramos crear un cambio en sus vidas. Tu vida no tiene sentido sin las relaciones que tienes. Hemos sido puestos en este mundo por nuestro Creador y tenemos un propósito: instaurar el Reino de Dios y que todos alcancemos la salvación”.

Estas palabras, además de ser inspiradoras, son muy ciertas. Es refrescante que sean dichas por un joven en este momento de la historia cuando cada vez más personas jóvenes (y no tan jóvenes), están alejándose y rompiendo la relación que tienen con Jesucristo. Me gustaría añadir un ingrediente más a esta gran lección que K. Martin compartió: él dice que nuestro propósito aquí en la tierra es instaurar el Reino de Dios y que todos alcancemos la salvación. Estoy completamente de acuerdo, sin embargo, hay otro propósito igual de importante: que alcancemos la santidad.

Santidad, una palabra que cada vez está tomando más fuerza en la renovación y al estímulo que S. Juan Pablo II dejó como legado (siendo el Papa que más santos ha canonizado en la historia). Una de sus mayores hazañas, entre muchas que logró durante su pontificado, fue recordarnos que la santidad es abrazar el plan de vida exclusivo e intransferible que Dios tiene para cada uno de nosotros. Dios ha hecho a cada persona de manera única, y por lo mismo, el llamado que cada uno de nosotros tiene no se ha visto antes en la historia y tampoco se repetirá. Uno de los requisitos para canonizar a alguien es que esa persona no haya “copiado” a nadie, es decir: que no haya pretendido hacer lo que otro santo o santa ya hizo. En pocas palabras: la santidad se trata de que lleguemos a ser quienes somos en plenitud, sin compararnos con nadie, sin competir con nadie, sin aplastar a nadie… en palabras que han sido muy utilizadas: ser nuestra mejor versión, única e irrepetible.

En este punto se me podría preguntar ¿la santidad no es lo mismo que alcanzar la salvación? No. Están estrechamente ligadas porque para poder cultivar la santidad, primero debemos recibir la salvación que se nos ha sido dada por el sacrificio de Jesús en la Cruz, pero el hecho de aceptar la salvación no es suficiente para alcanzar la santidad. Este ejemplo puede clarificar mejor la diferencia: imagina que ganas un premio por 1.000.000 U.S. dólares. Tienes dos opciones: aceptarlo o no. Ahora bien, una vez que recibes ese gran premio puedes disfrutarlo, invertirlo y producir intereses, compartirlo, utilizarlo para tus necesidades y muy posiblemente las de muchas otras personas. De eso se trata la salvación que se nos es dada por el sacrificio de Jesús, y la podemos aceptar o nos podemos negar a ella. La santidad se trata de disfrutar, de poner al servicio e “invertir” el don de la salvación que se nos es entregado.

Entonces, el verdadero éxito es precisamente abrazar la salvación y ponerla al servicio del plan único e irrepetible que Dios ha diseñado para cada uno de nosotros. ¿Cómo puedes hacerlo? Dejándote amar por Dios y responder a ese amor de la manera en la que sólo tú puedes hacerlo. No se vale copiarse, compararse con nadie, y mucho menos exigir a los demás responder de la misma manera en la que Dios te pide que lo hagas. En este punto me gustaría incluir otra frase del discurso de Martin, la cual enriquece la manera en la que se puede alcanzar el verdadero éxito:

“Mientras transcurre tu vida en esta tierra, el mayor bien que le podrás hacer a cualquier persona es mostrarle el camino para conocer a Jesucristo. Pero antes, la relación con él debe ser la primera que no puedes descuidar. Si no tienes una relación con él, constrúyela. No hay mejor manera de empezar o terminar cualquier capítulo en tu vida sino con él”.

A veces pensamos erróneamente que para cambiar al mundo se necesita conseguir un puesto de poder e influencia, y afortunadamente eso no es cierto. Cultivar y cuidar la relación con Jesús es el mayor bien que le puedes hacer al mundo entero, pues lo que transforma el curso de la historia es optar por el amor y acudir a la fuente del amor: Dios mismo. En la Eucaristía podremos recibirlo plenamente para darlo plenamente. Nos llevaremos la gran sorpresa de ver todas las obras que Él puede hacer en nosotros cuando nos abandonamos a Su Divina Voluntad. Él mismo lo ha dicho: “En verdad, en verdad os digo, el que crea en mí hará también las obras que yo hago, y hará aún mayores …” (Jn 14,12)

En nombre de todo el equipo de The Catholic Miscellany y de la Diócesis de Charleston, les deseamos a todos los graduados del 2023 las mejores bendiciones, y en especial el mayor éxito de todos, la santidad.

Read the article in English: https://themiscellany.org/true-success-is-relational


Cristina Umaña Sullivan es socióloga cultural que se ha dedicado a la evangelización por más de 10 años con especialidad en Teología del Cuerpo y creación de identidad desde la perspectiva cristiana. Envíele un correo electrónico a fitnessemotional@gmail.com.