| Por Hermana Guadalupe Flores

Desarrollando el silencio interior como lo hizo Nuestra Santísima Madre

El hablar del silencio en nuestra sociedad es complicado porque vivimos rodeados de muchos ruidos internos y externos. Hoy en día el silencio no es considerado por algunas personas como un valor o un don. Son muy pocas que buscan el silencio, lo cultivan y viven, porque en él experimentan con la presencia profunda de Dios, que nos habla en el silencio.

Santa Teresa de Calcuta, refiriéndose al silencio dijo: “El silencio nos permite obtener una perspectiva de todo. Necesitamos del silencio para poder tocar las almas. Jesús siempre nos espera en silencio. En ese silencio Él nos escucha, Él hablará a nuestras almas y nosotros sabremos escuchar Su voz” (Las enseñanzas de Madre Teresa, 2008). Una de estas personas que experimentó y vivió este valor en su vida es, por supuesto, la Virgen María.

Ella recibió el anuncio del misterio de la Encarnación en silencio y lo guardó en su corazón con humildad y amor (Lc 2, 19). No compartió ni divulgó lo que había sucedido en el encuentro con el ángel, ni siquiera con las personas más cercanas a ella, como José, porque a ella no le correspondía anunciar este misterio. Ella deja que Dios sea quien hable y busque el momento exacto para que se revele este misterio de la Encarnación en el seno. Las cosas importantes ocurren en un silencio interior en lo cotidiano del diario vivir.

María cree y espera en el silencio de la oración, por espera del nacimiento del salvador, y deja que los ángeles se encarguen de anunciar la venida del hijo de Dios. Ella cree y confía en el Señor. Como nos relata el evangelio de Lucas, “Se les apareció el Ángel del Señor ... [y anunció] una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor” (2, 9-11).El silencio de la Virgen María está enfocado a la escucha de los acontecimientos que la rodean.

Otro de los momentos en que la Virgen María sufre en silencio y acompaña a Jesús es en el camino al Calvario. Ella estuvo con la gente del pueblo, viendo y sufriendo en silencio como lastimaban a su hijo.

En todos estos sucesos, ella tiene dominio de sí misma y trata de entender por qué su hijo se lo permite. María contempla a su hijo y él responde: “Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: ‘Mujer, aquí tienes a tu hijo’. Luego dijo al discípulo: ‘Aquí tienes a tu madre’. Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa” (Jn 19, 26-27). María acompaña a su hijo en silencio simplemente estando ahí en su presencia y escuchando.

Por esta razón y por otras muchas más debemos imitar el don del silencio y la humildad de María. Ella, que es nuestra madre, sigue en silencio cuidándonos y protegiendo la Iglesia. El Papa Francisco dijo: “Rezando con la Iglesia naciente se convierte en Madre de la Iglesia, acompaña a los discípulos en los primeros pasos de la Iglesia en la oración, esperando al Espíritu Santo. En silencio, siempre en silencio. La oración de María es silenciosa” (Audiencia General, noviembre de 2020).


La hermana Guadalupe Flores, OLVM, es la coordinadora de Formación de Fe de Adultos para la oficina del Ministerio Hispano. Envíele un correo electrónico a gflores@charlestondiocese.org.