Avivamiento Eucarístico y Sinodalidad
Si seguimos las noticias católicas, vemos claramente la confluencia de un par de acontecimientos actuales en la Iglesia católica este mes. El primer acontecimiento es algo de lo que venimos hablando mensualmente desde hace un año en este espacio: el Avivamiento Eucarístico. Es un proceso puesto en marcha por los obispos de los Estados Unidos para profundizar nuestra devoción eucarística y reforzar nuestros esfuerzos de evangelización.
El segundo es otro proceso en el que hemos participado activamente como parroquias, diócesis e Iglesia global: el Sínodo sobre la Sinodalidad. Se trata de un proceso puesto en marcha por el Santo Padre para discernir cómo llegar a ser una Iglesia más unida y más atenta. Estas dos cosas pueden parecer desconectadas o incluso opuestas, pero nada más lejos de la realidad por varias razones.
En primer lugar, y lo más sencillo, porque la Iglesia es una, todos sus esfuerzos están interconectados. Estos movimientos tienen algunas características similares. Ambos implican esfuerzos a distintos niveles de organización en la Iglesia. El Avivamiento y el Sínodo se han representado por fases diferentes, afectando a la Iglesia en su nivel más vital y localizado: la parroquia. También tienen eventos destacados, aunque son de naturaleza diferentes.
Tenemos dos sesiones del XVI Sínodo Ordinario de los Obispos en las que obispos y otros representantes de todo el mundo se reunirán en Roma este mes y de nuevo en octubre de 2024. El Avivamiento Eucarístico tiene también algunos eventos clave, incluidos los que se producen a nivel local. Y para nosotros, celebraremos un Congreso Eucarístico Diocesano el 6 de abril de 2024 y participaremos en el Congreso Eucarístico Nacional en julio de 2024 (visita charlestondiocese.org/eucharistic-revival para más detalles).
Aparte de estas similitudes más extrínsecas, quiero proponer que hay algo mucho más profundo que une a estos dos movimientos. Para explorar esto, realmente necesitamos volver a la noción de sinodalidad, el tema de este sínodo. Los sínodos no son nada nuevo; piensa en ellos como asambleas. La historia de la Iglesia está llena de sínodos y concilios locales y regionales, además de reuniones más amplias y globales que llamamos concilios ecuménicos. Este sínodo en concreto es el 16.º sínodo ordinario que se celebra desde el Concilio Vaticano II. El tema resulta ser la propia sinodalidad, o unión.
La noción de sinodalidad procede de la idea y la práctica de utilizar los sínodos en la vida de la Iglesia. El término sínodo procede de la palabra griega sol, que significa juntos, combinada con hodos, que significa camino. La imagen que surge de esto es la de caminar juntos por el camino. No es casualidad que uno de los primeros nombres del cristianismo fuera El Camino, pues nos consideramos una Iglesia peregrina. Así pues, la idea de sinodalidad y el adjetivo sinodal tienen un significado más amplio que el de la simple reunión periódica de obispos y otros líderes.
“El término sínodo procede de la palabra griega sol, que significa juntos, combinada con hodos, que significa camino”.
El sentido de celebrar un sínodo sobre la sinodalidad es examinar las formas en que, como Iglesia, caminamos y no caminamos juntos y tratar de mejorar aquellas áreas en las que es necesario hacer mejoras. Desde que comenzó el proceso sinodal, ha habido muchas ideas erróneas sobre lo que es el proceso y cuáles son sus objetivos. Éstas han sido difundidas tanto por partidarios como por detractores. Dejándolas de lado esos conceptos erróneos, es esencial que recordemos que este proceso consiste en discernir juntos, como pueblo peregrino de Dios, la mejor manera de vivir nuestra comprensión de la Iglesia.
Esto nos remite a la idea del Avivamiento Eucarístico. Cuando hablamos de la Eucaristía y de la liturgia eucarística, estamos hablando del momento en que más visiblemente caminamos juntos como Iglesia. En la Misa, adoramos juntos en un altar. En la Comunión, recibimos juntos el alimento de nuestra fuente común. Como cuerpo de Cristo, la Iglesia, recibimos juntos el cuerpo eucarístico de Cristo. Éste es el punto culminante de nuestra unión, de nuestro compañerismo, y comunión como Iglesia porque es nuestra celebración eficaz de la unión con Cristo (comunión).
La clave para comprender los sacramentos es la tangibilidad, la fisicalidad de lo que vemos y experimentamos que realmente causa lo que significan. Si queremos enfatizar la sinodalidad, no podemos hacerlo sin una expresión sacramental de la misma. Encontramos esta expresión en la Eucaristía. La sinodalidad brota de la comunión que resulta de recibir el sacramento de la Eucaristía.
Estos movimientos diferentes tienen puntos de énfasis únicos y no deben amalgamarse sin más. La sinodalidad pone el acento en la práctica pastoral de la Iglesia, sobre todo en cómo se ejerce el liderazgo, el ministerio y la evangelización. El Avivamiento Eucarístico pone el acento en nuestro culto común. Es una apreciación del don transformador de la presencia real: el mismísimo Cristo. Aunque están conectados, uno está dirigido a la conversión institucional en curso; el otro está dirigido a la conversión personal permanente.
A pesar de esas distinciones, ambos movimientos parten de algo que está en el corazón mismo del Evangelio: la comunión. Una Iglesia verdaderamente eucarística debe tratar de superar las divisiones y la exclusión en todos los demás ámbitos de su vida. A su vez, una Iglesia verdaderamente sinodal sólo puede obtener de la Eucaristía y de la liturgia eucarística la fuerza, la sabiduría y la gracia necesarias para discernir caminos fructíferos hacia el futuro.
La Eucaristía es la fuente y cumbre de la sinodalidad.
El Doctor Michael Martocchio es el secretario de evangelización y director de la Oficina de Catequesis e Iniciación Cristiana. Escríbele un correo electrónico a mmartocchio@charlestondiocese.org.