| Por Pete Burak

¿Por qué rezar por los muertos?

No estaba preparado para la repentina llegada de la muerte. He tenido el privilegio y la carga de estar junto a la cama de mi padre y mi suegro cuando murieron. Ambos estaban prácticamente en coma momentos antes de su muerte y, sin embargo, me sorprendió el cambio cuando sus almas finalmente dejaron sus cuerpos, los cuales permanecieron, pero ellos se fueron. Nos rompieron el corazón, nos dejaron navegar por un camino brumoso e indeseado; no obstante, de alguna manera, la vida continuó.

La Iglesia promueve una tremenda sabiduría con respecto a los momentos principales de la vida, ya sea para iniciar una nueva, matrimonio, ritos de iniciación para adultos y, sí, incluso la muerte. Tomarse el tiempo para llorar a los muertos y subir a la montaña rusa emocional de esta realidad humana inevitable, pero siempre dolorosa, es apropiado, sanador y santificador. La vida es frágil o, según el Salmo 144, como “la sombra que pasa”, pero como cristianos creemos que la muerte, para el creyente fiel, no es el final, sino una puerta a una nueva vida eterna con Dios.

Por lo tanto, los funerales católicos conllevan una hermosa combinación de doloroso reconocimiento por lo perdido y gozosa esperanza por lo que está por venir. La Iglesia siempre ha enseñado que las fieles oraciones de los que todavía están en la tierra tienen efectos tanto temporales como eternos. Temporal desde que Dios escucha el clamor de los quebrantados de corazón y proporciona la gracia y presencia amorosa que los dolientes necesitan para continuar y unir su sufrimiento al de Cristo. Eterno, porque aquellos que se someten a una purificación adicional en el Purgatorio pueden realmente beneficiarse de la gracia solicitada en su nombre.

El Catecismo lo confirma:


“Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico, para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos”. (1032)


¿No es esto inspirador, consolador y emocionante? El dolor es real y debe ser reconocido, pero debido a nuestra fe en el plan de resurrección de Jesús para su esposa (la Iglesia), no necesitamos ser consumidos por el miedo, tristeza y aislamiento de perder a un ser querido. Sí, nuestras muertes físicas son el final de algo, pero nuestras oraciones, obras, alegrías y sufrimientos unidos al Señor ayudan, misteriosamente, a asegurar que la gracia de Dios reverbere en el tiempo y espacio.

Extraño a mi papá, pero lo recuerdo y rezo por él, porque creo y quiero volver a verlo.


Pete Burak es el director de i.d.9: 16, el alcance de jóvenes adultos de Renewal Ministries. Tiene una maestría en teología y es un orador frecuente sobre evangelización y discipulado.