| Por El Dr. Mike Martocchio

Parte 5: La Eucaristía

Los dones de la Encarnación, la Eucaristía y el Mismo Ser

El Adviento y la Navidad son épocas en las que vemos las mejores actitudes e intenciones humanas, como la generosidad y el amor. Sin embargo, a veces se mezcla con algunas de las peores actitudes humanas, como el materialismo y la superficialidad. En esta temporada del año, también escuchamos muchos tópicos positivos, aunque genéricos, de las tarjetas de felicitación que reflejan algo de la espiritualidad de nuestra sociedad secular, pero proporcionan una base para la recepción del Evangelio.

Especialmente en esta época del año, escuchamos que “dar es mejor que recibir”. Hay mucha verdad en sentimientos como éste. La idea más profunda que subyace a esta noción es que todos estamos llamados a dar —ahora y en cualquier momento del año— porque primero hemos recibido un regalo. Solo podemos reflejar la generosidad de Dios en nuestras acciones porque Dios es generoso y lo ha sido con nosotros. Esto significa que toda la temporada tiene que ver principalmente con lo que recibimos, pero no materialmente.

En el Adviento, esperamos la vuelta de nuestro Señor. Recordamos y reflexionamos sobre su venida en la Encarnación —cuando Dios asumió nuestra humanidad en Cristo para nuestra salvación— al mismo tiempo que estamos constantemente conscientes de su presencia permanente con nosotros ahora.

En Navidad, esta reflexión continúa celebrando el nacimiento de Cristo, la manifestación externa de la Encarnación. Jesús ya estaba presente mientras crecía en el vientre de su madre, María. Una vez nacido, fue expuesto y puesto a disposición de toda la humanidad. Su nacimiento anunció una nueva era que cambió todo.

Entonces, ¿qué tiene que ver esto con el don de la Eucaristía? La respuesta es todo.

Como hemos dicho antes, la lógica que subyace a la Eucaristía y a todos los sacramentos es la misma que subyace a la Encarnación. Es la lógica de la presencia: la accesibilidad radical, incluso escandalosa, de Dios a su pueblo. San Pablo cita un himno en su Carta a los Filipenses —y si San Pablo lo cita, la idea se remonta a la oración y el culto de los primeros cristianos— donde describe la Encarnación en términos de kénosis o vaciamiento de sí mismo (Flp 2, 7).

En la Encarnación, que es el centro de nuestra atención durante estos tiempos litúrgicos, se nos ofrece el don generoso y completo de Cristo. En esta autodonación, se hace presente para cambiar la realidad en la que entra.

La Navidad es un regalo que lo cambia todo cuando se recibe.

Cuando recibimos la Eucaristía, estamos recibiendo el don completo de Cristo. Las palabras que utilizamos para hablar de su Presencia Real en la Eucaristía hacen hincapié en la Encarnación. Hablamos de Cristo como verdaderamente presente “cuerpo, sangre, alma y divinidad”. En la Eucaristía encontramos con el mismo gesto kenótico (vaciamiento de sí mismo) que vemos en la Encarnación, un don completo de sí mismo. Nos encontramos con el mismo que se encarnó, y lo hacemos de forma accesible para recibir su autodonación.

En la Eucaristía, recibimos a Cristo, el don que lo cambia todo. En respuesta, estamos llamados a permitir que este don cambie nuestros corazones y nos capacite para imitar el amor kenótico de entrega de Cristo en nuestras acciones.

Recuerda que incluso nuestro mismo ser se nos ha dado como un regalo. Por eso, primero nos entregamos en gratitud al Señor mediante la participación activa en el culto; recibimos a cambio su superabundante autodonación. La gracia que se pone a nuestra disposición es para que nos convirtamos en dones para los demás: somos dones que siguen manifestando su presencia.


El doctor Michael Martocchio es el secretario de evangelización y director de la Oficina de Catequesis e Iniciación Cristiana. Escríbele un correo electrónico a mmartocchio@charlestondiocese.org.

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