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 | Por El Dr. Mike Martocchio

Parte 7: La Eucaristía

Sacramento de pertenencia y esperanza

Una de las cosas interesantes que hay que observar cuando leemos El Catecismo de la Iglesia Católica es su manera de referirse a la Eucaristía. Forma parte de los “Sacramentos de la Iniciación”, junto con el Bautismo y la Confirmación. Esto puede parecer una ubicación extraña, ya que los otros dos son sacramentos no repetibles, pero empieza a cobrar todo el sentido cuando reflexionamos sobre el don que se nos ha dado en la Eucaristía y lo que suscita para nosotros.

En primer lugar, en la progresión de los Sacramentos de Iniciación, la Eucaristía es el último que se recibe. Una vez que hemos recibido la vida nueva en el Bautismo y profundizado esa gracia y vocación en la Confirmación, entonces “hacemos lo que hace la Iglesia” y participamos en la Sagrada Comunión. Nuestra participación plena y activa en la liturgia forma parte de nuestra respuesta a este don eucarístico. Forma parte de nuestra entrega de sí mismos. La participación en la liturgia eucarística, nuestra acogida en comunión con Dios, y por ende entre nosotros, hacen de la Eucaristía un sacramento de pertenencia.

Recientemente llegó a mi mesa una pregunta interesante sobre por qué un católico no puede pertenecer a otra tradición cristiana y a la Iglesia Católica. La respuesta a esta pregunta tiene múltiples facetas y matices, pero en última instancia nos remite a la comunión que experimentamos en la Eucaristía. Aunque compartimos muchos de los aspectos fundamentales e importantes de la fe con nuestros hermanos de otros credos religiosos, no lo compartimos todo. Nuestra comprensión y reverencia por la Eucaristía es muy diferente a la de otros credos y tradiciones cristianos que no comparten nuestra creencia en la Presencia Real.

La pertenencia a un credo religioso incluye la aceptación de las creencias de esa comunidad religiosa. No podríamos expresar públicamente nuestra pertenencia a otro credo cristiano porque eso representaría nuestra aceptación de aquellas cosas en las que estamos de acuerdo e implicaría nuestra aceptación de otros elementos en los que podríamos no encontrar acuerdo (nuestra comprensión de la Presencia Real).

Esta postura no pretende ser irrespetuosa con nuestros hermanos en Cristo. Al contrario, es una señal de respeto que nos tomemos su comprensión lo suficientemente en serio como para reconocer nuestras diferencias y no diluirlas en una abstracción amorfa de creencias. Este último enfoque, simplemente pasar por alto cualquier diferencia, supondría en realidad despreciar la teología y las enseñanzas de otros credos religiosos.

Esta es la razón por la que, aunque a veces es un mensaje difícil de comunicar, pedimos a los que no son católicos que se abstengan de recibir la Eucaristía cuando están celebrando el culto con nosotros. Procede de nuestra conciencia y respeto de las diferencias entre nuestras tradiciones. También sirve para poner de relieve el trabajo que hay que seguir haciendo para zanjar nuestras diferencias, y que nuestra obra cristiana no estará completa hasta “Que todos sean uno, como tú: Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros …” (Jn 17, 21).

El sacramento de la unidad y pertenencia pone de manifiesto heridas, a veces profundas, que aún necesitan sanación. Lejos de ser motivo de consternación, esto debería inspirar esperanza. Cristo, que se nos entrega plenamente en la Eucaristía, es el único responsable de la salvación, no nosotros. Como nos enseña la resurrección, Cristo sobresale a la hora de traer esperanza y forjar un camino a seguir cuando pensamos que hemos llegado a un callejón sin salida. La pertenencia y unión (comunión) celebradas en la Eucaristía nos indican lo que esperamos compartir entre todos los cristianos aquí en la tierra y, en última instancia, en la vida eterna.

También nos damos cuenta de que nos encontramos en la tensión del “ya, pero todavía no”, característica del mensaje de Jesús sobre el Reino de Dios en todo el Nuevo Testamento. La Eucaristía es una poderosa experiencia de esta tensión: una expresión tangible de la comunión celestial hecha posible por la Presencia Real de Cristo. Esta verdadera presencia está velada por las apariencias terrenales o cotidianas, pero se hace accesible a través de ellas.

Miremos a la Eucaristía como expresión visible de pertenencia y esperanza.


El doctor Michael Martocchio es el secretario de evangelización y director de la Oficina de Catequesis e Iniciación Cristiana. Escríbele un correo electrónico a mmartocchio@charlestondiocese.org.

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