| Por el Obispo Jacques Fabre-Jeune, CS

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo – octubre 2025

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Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Seguimos celebrando este Año Jubilar de la Esperanza y el kerygma en nuestro propio Año de la Evangelización en Via Fidelis. Ahora, en octubre, al celebrar también el Mes del Respeto por la Vida, quiero que reflexionemos sobre nuestra relación familiar con nuestro Creador y entre nosotros. Somos un pueblo de esperanza, llamados a evangelizar el mundo, y nuestro Dios exige que respetemos toda forma de vida.

San Luis Gonzaga dijo una vez: “Es mejor ser hijo de Dios que rey de todo el mundo”. Dios nos creó a cada uno de nosotros con un propósito: conocer, amar y servir. Todos somos hijos de Dios, y ¡qué afortunados somos de tener un Padre tan amoroso! ¡Qué grande es que él esté a nuestro lado con firmeza en nuestras mayores alegrías y sufrimientos! Él es la fuente de toda paciencia, de toda paz y de toda comprensión. Y espera que pidamos y recibamos, que busquemos y descubramos, que llamemos y seamos recibidos por el Señor (Mt 7,7).

Estamos llamados a acercarnos a él con la confianza de un niño, sabiendo que él conocerá nuestras necesidades antes de que las expresemos en adoración. A veces, nuestras mejores y más sinceras oraciones son las frases más sencillas: “Jesús, confío en ti”, “Dios, ayúdame” y “Aquí estoy, Señor”. Él conoce las intenciones más profundas de nuestro corazón y nos hace señas: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré” (Mt 11,28).

Nuestro Dios nos da gratuitamente su gran abogado, el Espíritu Santo, y nos da una madre que nos nutrirá y nos guiará suavemente por el camino. Y, lo que es más importante, nos da a su Hijo repetidamente en la Eucaristía para la vida de todo el mundo. Y, además, continúa consolándonos con la Sagrada Escritura, el sacramento de la reconciliación y el gran testimonio de su Iglesia.

Somos del Señor, y él vive en nosotros y a través de nosotros. Por eso, hijos, honran cada día a sus padres. Padres, aman a sus hijos e hijas, tanto biológicos como espirituales, y transmitirles la Buena Nueva. Nuestra evangelización no consiste sólo en convencer a los extraños de que Jesús está realmente presente, sino en mostrar a nuestra familia humana que todos somos amados por un Creador que permanece fiel a su promesa. Porque todos somos una sola familia en Cristo Jesús, y absolutamente nadie está fuera de esa salvación.

Les pido este mes, especialmente, que recen por nuestros hermanos y hermanas por nacer, por los ancianos y los enfermos, y por todos nuestros hermanos y hermanas coherederos del reino, los inmigrantes, los que están en riesgo, solos o desanimados. ¡Salgan, son enviados!

Con el amor de Cristo,

Excmo. Mons. Jacques Fabre-Jeune, CS

Obispo de Charleston