
Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo – Mayo 2025
Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,
El 13 de mayo de 1917, la Virgen María se apareció a tres pequeños niños. Más de un siglo después, su encuentro y el mensaje de María en Fátima siguen siendo una enseñanza sobre nuestra relación con nuestra Madre y el papel que desempeña en nuestras vidas.
Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,
El 13 de mayo de 1917, la Virgen María se apareció a tres pequeños niños. Más de un siglo después, su encuentro y el mensaje de María en Fátima siguen siendo una enseñanza sobre nuestra relación con nuestra Madre y el papel que desempeña en nuestras vidas.
Lucía dos Santos y sus primos, Francisco y Jacinta Marto, se sorprendieron al ser visitados por una mujer celestial y misteriosa, quien se presentó como “Nuestra Señora del Rosario”. Ella les pidió que rezaran el rosario todos los días por la paz en el mundo. Así como invitó a los tres niños a consagrarse y a invocar su Corazón Inmaculado para pedir su intercesión en un mundo turbulento, María también desea que participemos en este ejercicio espiritual. ¿Cuántos católicos rezan verdaderamente el rosario todos los días? Les animo a dedicar tiempo a esta poderosa y hermosa devoción.
María reveló en Fátima secretos que, con el tiempo, se cumplieron en la historia. Estamos llamados a escucharla con atención, fidelidad y la inocencia de un niño. Así como respetamos y honramos los deseos de nuestras propias madres, debemos esforzarnos por escuchar a la Madre de la Iglesia y honrarla en todo momento.
En este Año Jubilar de la Esperanza y en nuestra misión de "Proclamar la Fe" con Via Fidelis, les pido que este mes hagan un esfuerzo especial por acercarse a quienes están solos; consuélenlos con el conocimiento de que tienen una Madre en el cielo que los ama y cuida. Con corazones llenos de confianza, digamos "sí" a María y unámonos a ella para llevar la luz de Cristo a un mundo que tanto la necesita.
Ofrezco mis oraciones y mi aliento a todas las madres— ya sean espirituales, biológicas o adoptivas— y a aquellas que anhelan ser madres. Como nos recordó San Francisco de Sales: “Corramos hacia María, y, como sus pequeños hijos, lancémonos a sus brazos con una confianza perfecta.”
En el amor de Cristo,
Excmo. Mons. Jacques Fabre-Jeune, CS
Obispo de Charleston