Los caminos que conducen a Dios: Los valores cristianos
En cada momento de nuestra vida, debemos estar preparados para afrontar diferentes situaciones. Por esta razón, debemos vivir con profundidad los valores cristianos, que nos acercan a Dios. El Papa Francisco nos dice: “Un cristiano sin valor, que no doblega sus propias fuerzas al bien, que no molesta a nadie, es un cristiano inútil”.
En cada momento de nuestra vida, debemos estar preparados para afrontar diferentes situaciones. Por esta razón, debemos vivir con profundidad los valores cristianos, que nos acercan a Dios. El Papa Francisco nos dice: “Un cristiano sin valor, que no doblega sus propias fuerzas al bien, que no molesta a nadie, es un cristiano inútil”.
Como cristianos, estamos llamados a vivir los valores que Cristo nos ha enseñado. Así podemos verlo en el libro de los Proverbios, que nos dice: “Confía en el Señor y de todo corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia; reconócelo a él en todos sus caminos y él allanará tus senderos” (3,5-6); en esta cita, nos exhorta a poner toda nuestra confianza en Dios y no en nosotros mismos.
En la sociedad actual, corremos el peligro de dejarnos llevar por el materialismo, consumismo, individualismo, etc. Por eso es fundamental tener a Dios siempre presente en todo lo que realizamos y allí donde nos encontremos, lo que nos llenará de alegría y paz. Reflexionemos sobre los siguientes valores:
El amor
El amor ha sido una de las principales enseñanzas de Jesús en su vida misionera. Podemos decir que el amor es el centro de su enseñanza, no sólo para nuestra propia felicidad sino también para poder construir buenas relaciones con los demás. El apóstol Pablo explica con mayor claridad cómo vivir este valor cuando nos dice: “El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tienen en cuenta el mal recibido” (1 Cor 13,4-5).
Este es el valor que nos conduce a reflejar la vida misma de Cristo. Por lo que cada uno de nosotros está llamado a dar testimonio de ese amor transformador en nuestras relaciones diarias con los demás. Al mismo tiempo, el Papa Francisco nos dice: “El verdadero amor te lleva a quemar la vida, aun a riesgo de quedarte con las manos vacías. Pensemos en San Francisco: dejó todo, murió con las manos vacías, pero con el corazón lleno”.
La integridad
La integridad también es uno de los valores importantes de quienes seguimos a Cristo. Esto nos exige que seamos coherentes con lo que decimos y actuamos.
La integridad también nos pide vivir como verdaderos cristianos en cada momento de nuestra vida en relación con Dios, con los demás y con nosotros mismos. Por lo que debemos ser honestos en nuestra manera de actuar, respetando y dando un buen trato a los demás, como quisiéramos que nos trataran a nosotros. Por tanto, debemos ser personas íntegras y de tal manera que los demás confíen en nosotros.
Los Salmos describen a la persona íntegra: “El que procede rectamente y practica la justicia; el que dice la verdad de corazón y no calumnia con su lengua. El que no hace mal a su prójimo ni agravia a su vecino, el que no estima a quien Dios reprueba y honra a los que temen al Señor. El que no se retracta de lo que juró, aunque salga perjudicado; el que no presta su dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente. El que procede así, nunca vacilará” (15,2-5).
La humildad
La humildad es otro de los valores esenciales de todo creyente. Por lo que es muy importante reconocer con humildad que nosotros necesitamos de Dios, y debemos saber reconocer nuestras propias limitaciones; de esta manera, sepamos que dependemos de Dios, y él nos ayudará a no creernos superiores a los demás.
La humildad nos hace reconocer que todo viene de Dios; sin él, no somos nada. Nos enseña a ser serviciales con todos, en especial con los más necesitados, reconociendo su dignidad y, sobre todo, buscar su bienestar por encima de todas las cosas. De la misma manera, Jesús, en el Evangelio de Mateo, nos dice: “Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio” (Mt 11,29).
La lealtad
La lealtad es fundamental para todos nosotros, los seguidores de Cristo. Esto nos exige a estar siempre seguros de nuestra fe en Dios, a pesar de las dificultades que se nos presenta en la vida, y no renegar de él en momentos difíciles, cuando pensamos que Dios no nos ha abandonado.
La lealtad a Dios es estar con él, a pesar de no conocer sus planes, simplemente confiando en su divina providencia y en sus promesas. Cuando la lealtad nos lleva a fortalecer nuestra fe en la Iglesia y en nuestra comunidad en general, estamos firmes en nuestro compromiso bautismal.
“El Señor es fiel,” el Papa Francisco nos dice, “Pese a que lealtad y fidelidad son palabras que no están muy de moda, pero él es leal y es fiel”. Podemos ver muy claramente esto en la parábola del Hijo Pródigo (Lc 15,11-32).
La generosidad y el servicio
Vemos un gran ejemplo de generosidad y servicio en el mismo Jesús. Durante su vida, siempre mostró estos dos valores.
La generosidad es un valor que nos exige compartir lo poco o mucho que tenemos con los demás, especialmente con los que más lo necesitan. Este desprendimiento no sólo ha de ser de recursos materiales o dinero, sino también ofrecer nuestro tiempo y talentos para el bien de todos. El Papa Francisco dice: “Jesús nos invita a la generosidad desinteresada, a abrir el camino a una alegría mucho mayor” (Ángelus en la Plaza de San Pedro, 1 de septiembre de 2029).
El servicio es otro de los valores que Jesucristo mismo practicó durante toda su vida. El evangelio es el ejemplo vivo de estos dos valores. El Papa Francisco, refiriéndose al servicio, dijo: “Si queremos seguir a Jesús, debemos recorrer el camino que él mismo ha trazado, el camino del servicio”.
Practicar estos dos valores nos da paz y felicidad interior, sabiendo que estamos haciendo algo bueno por los demás.
La perseverancia
Otro valor cristiano es la perseverancia. En una sociedad materialista y consumista en la que estamos viviendo, tenemos que estar seguros de nuestra fe y ser constantes con nuestro compromiso bautismal. El Papa Francisco dijo: “La perseverancia es el reflejo del amor de Dios en el mundo, porque el amor de Dios es fiel, es perseverante, nunca cambia”.
La perseverancia es una lucha continua de no dejarnos arrastrar por las tentaciones que esta sociedad nos ofrece. Cristo mismo nos da el ejemplo de la perseverancia a pesar de haber sufrido rechazos y humillaciones de parte de los que no creían en él. San Pablo en la carta a los hebreos nos dice: “Ustedes necesitan constancia para cumplir la voluntad de Dios y entrar en posesión de la promesa” (Heb 10,36-39).
Nuestra reflexión nos dice que los valores cristianos son fundamentales para vivir una vida coherente a nuestro compromiso bautismal. Debemos poner en práctica diariamente amor, integridad, humildad, lealtad, generosidad, servicio y perseverancia porque estos son los caminos que nos conducen al Padre, a nuestra propia felicidad y a la de los demás.
La hermana Guadalupe Flores, OLVM, es la coordinadora de Formación de Fe de Adultos para la oficina del Ministerio Hispano. Envíele un correo electrónico a gflores@charlestondiocese.org.