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 | Por Steve y Bridget Patton

Él dice: Perdí mi trabajo y no he podido encontrar otro que me pague lo que creo que merezco

 

Ella dice: Su confianza en sí mismo ha caído, pero está bien porque estoy ganando mucho dinero


 

Suponemos que cuando ella dice: "Está bien porque estoy ganando un buen dinero", significa que no hay una necesidad real de que él consiga otro trabajo bien remunerado. Entonces, el problema no es que él gane suficiente dinero, sino él, ¿y tal vez ella también? – está equiparando el valor del trabajo de alguien con lo que se paga. Es un error común y grave.

Piense en tres personas. A la persona A no se le paga nada por trabajar en casa cuidando niños. La persona B recibe el salario mínimo y mejora la vida de los pobres en una organización sin fines de lucro. A la persona C se le paga cien veces el salario mínimo, mejorando las ganancias de una corporación. Ahora, la gran pregunta…

¿A quién se le paga lo que vale su trabajo? La respuesta es, tal vez, a los tres. Todo se reduce a lo que está incluido en lo que se les "paga".

El dinero es solo una forma de pago. Importa, pero no es la única forma, ni siquiera es la más importante.

Por ejemplo, existen formas emocionales de compensación, como la tranquilidad de trabajar en un ambiente feliz y libre de estrés o la alegría de marcar una diferencia en la vida de las personas. También hay formas espirituales, como el consuelo de saber que cualquier trabajo que hagamos, sin importar cuán insignificante, oculto o aparentemente sin importancia sea, es un regalo de Dios que se hace para él. Un visitante le dijo una vez a Santa Teresa de Calcuta: “Yo no haría el trabajo que tú haces ni por un millón de dólares”. Ella respondió: “Yo tampoco”.

Perder cualquier trabajo puede devastar el sentido de autoestima. Pero también puede presentar una oportunidad para revisar valores y objetivos. El valor a los ojos de Dios es todo lo que realmente importa, y no tiene nada que ver con qué tipo de trabajo se hace o cuánto se paga. En cambio, el valor tiene todo que ver con el simple hecho de que Dios nos hizo y nos ama.

Así que pregúntese esto: independientemente de su salario, ¿qué tipo de trabajo le interesaría más, aprovecharía sus talentos y lo acercaría más a Dios? Esté abierto a donde le lleve su corazón. Recuerde que Jesús era un obrero, al igual que sus apóstoles. No amaba menos a los que tenían trabajos mejor pagados y más "respetables". Pero ciertamente tampoco los amaba más.


Steve y Bridget Patton tienen maestrías en teología y consejería, también sirven como ministros de vida familiar en la Diócesis de Sacramento.

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