| Cristina Umaña Sullivan

El anticipo de nuestra propia Resurrección

Una reflexión acerca de la fiesta de la Asunción de María al cielo

¿Sabes cúal fue el último dogma emitido por la Iglesia? Fue el dogma de la Asunción de la Virgen María a los cielos. Este año se cumplen 74 años desde que el Papa Pío XII lo proclamó después de haber consultado a los cardenales, los obispos, sacerdotes y a todo el pueblo de Dios. Además, este dogma también es celebrado por la Iglesia Ortodoxa.

Para refrescar un poco la memoria, un dogma es una verdad de fe infalible, absoluta, definitiva, irrevocable e incuestionable que ha sido revelada por Dios a través de la Biblia o la sagrada tradición. Luego de ser proclamado no se puede derogar o negar ni por el Papa ni por decisión conciliar.

La Iglesia tiene 44 dogmas de fe y cada uno tiene una historia muy particular de cómo llegó a ser declarado dogma, pero todos tienen una cosa en común: para que sea declarado, toda la Iglesia (tanto los religiosos como los laicos), deben participar al momento de proclamarlo como tal, es decir, no es una decisión de una sola persona sino de todo el cuerpo místico de Cristo.

Es muy común la confusión entre la fiesta de la Asunción con la fiesta de la Ascensión, y espero que esta corta explicación te ayude a no olvidarlos y comprender su diferencia: durante la Ascensión, Cristo subió al Cielo y estando allí nos prepara una morada como nos lo prometió (Jn 14, 2-3). Durante la Ascensión, Cristo sube al cielo por su propio poder, nadie le ayuda en su ruta hacia el Padre porque Él mismo es el camino, la verdad y la vida. En cambio, en el día de la Asunción, María es la primera en alcanzar esta morada eterna por sus méritos y por la gracia divina.

Además, ella no sube por su propio poder sino por el poder de Dios con la ayuda de los ángeles. En el credo decimos que la resurrección de los cuerpos sucederá al final de los tiempos, pero en el caso de la Virgen María, este hecho fue anticipado con su Asunción. Es una fiesta llena de esperanza para nosotros porque en el lugar en donde está Cristo y donde ahora está también la Virgen María, es el lugar a donde llegaremos después de este peregrinar por la tierra, es el hogar que Dios nos tiene preparado.

La Virgen María no experimentó la corrupción en el cuerpo al final de su vida terrena. La corrupción del sepulcro, esa realidad de que polvo somos y en polvo nos convertiremos, es una realidad que vivimos nosotros debido al pecado. María, al ser Inmaculada, no tuvo que asumir esa consecuencia. Su fidelidad a la voluntad de Dios y el nunca haber cometido ningún pecado hicieron que fuera elevada a los cielos en cuerpo y alma.

La Asunción de María es la anticipación de nuestra propia resurrección, allí radica la importancia que tiene para todos nosotros: el hecho de que María ya esté glorificada en cuerpo y alma en el Cielo a pesar de ser un ser humano, es el anticipo de que nosotros también participaremos de esa gloria (Catecismo de la Iglesia Catolica #966).

Este mes en que celebramos la fiesta de la Asunción, abramos nuestros corazones para vivir en la gracia al igual que lo hizo María. Pongamos nuestra mirada en el cielo y en la promesa de nuestra propia resurrección para que nuestro día a día esté impregnado de la voluntad divina, para que nuestras vidas sean un canto de alabanza al Señor así como lo fue la vida de nuestra madre del cielo. 

Pidamos sin temor ni vergüenza la ayuda de María para vivir en gracia cada día. Esta fiesta es la anticipación de la mayor promesa que Cristo nos ha dado: la de habitar con él en su morada celestial. Preparemos nuestras almas para este encuentro de la misma manera en la que Cristo está preparando esa morada para nosotros.


Cristina Umaña Sullivan es socióloga cultural que se ha dedicado a la evangelización por más de 10 años con especialidad en Teología del Cuerpo y creación de identidad desde la perspectiva cristiana. Envíele un correo electrónico a fitnessemotional@gmail.com.