Un encuentro personal con la Divina Misericordia
Les voy a compartir una experiencia personal que me sucedió con una amiga de la universidad: ella había recibido el bautismo y la primera comunión cuando era niña, pero se había alejado de la fe durante su adolescencia, y por esa razón no era practicante durante su juventud. Incluso se le habían olvidado muchos conceptos y realidades del catolicismo. Cuando nos conocimos, nos hicimos amigas porque las dos éramos muy honestas con respecto al estilo de vida que queríamos vivir, a pesar “sentadas en orillas muy distintas”.
Les voy a compartir una experiencia personal que me sucedió con una amiga de la universidad: ella había recibido el bautismo y la primera comunión cuando era niña, pero se había alejado de la fe durante su adolescencia, y por esa razón no era practicante durante su juventud. Incluso se le habían olvidado muchos conceptos y realidades del catolicismo. Cuando nos conocimos, nos hicimos amigas porque las dos éramos muy honestas con respecto al estilo de vida que queríamos vivir, a pesar “sentadas en orillas muy distintas”.
Nosotras compartimos muchas clases juntas e hicimos trabajos en grupo a menudo. En una de esas clases, me preguntó con mucha curiosidad por qué yo era católica, pues según su modelo de vida y la ideología que ella seguía (el feminismo), ser católico era pertenecer conscientemente a un grupo que no seguía razones, sino tradiciones y reglas que no tenían ningún sentido en el mundo de hoy.
Entonces, no sé por qué, de todas las razones que tengo para ser católica, empecé a hablarle de la Divina Misericordia y del momento de la muerte: hoy en día creo que fue el Espíritu Santo el que escogió esa razón. Le dije algo que había oído en un grupo de oración y no sé qué tan fidedigno sea porque obviamente no me ha sucedido. Le dije que al momento de nuestra muerte, nos encontraríamos cara a cara con Dios, y tendríamos dos opciones para escoger, la primera era su justicia divina y la segunda su infinita misericordia. Le expliqué que si se escogía la justicia, podríamos terminar en un lugar no tan deseado porque veríamos las consecuencias tangibles de nuestros actos egoístas y que el juicio sería implacable. En cambio, si escogemos la infinita misericordia, experimentaremos el inmenso amor y perdón que Dios quiere derramar sobre nosotros.
La celebración del domingo de la Divina Misericordia es este año el 7 de abril.
Lo anterior fue un resumen muy condensado de lo que hablamos en ese momento, porque, claro, ella tenía preguntas acerca de las consecuencias de nuestras acciones y demás. Le hablé acerca de lo que el diablo quiere que nosotros hagamos en ese momento: caer en el infierno, siendo él “el gran condenador” como lo llaman a veces. Sin embargo, al terminar la conversación, le dije: “El día de tu muerte, corre y refúgiate en la Divina Misericordia; no te dejes engañar por el demonio, sólo confía en el Sagrado Corazón”.
El año pasado recibí la noticia de que mi amiga había muerto en un accidente. Era la primera vez que recibía esta dolorosa noticia de alguien de mi edad. Cuando me enteré, sólo pude sentarme en una silla y llorar amargamente por la noticia, pensando que nunca más la volvería a ver porque supuse que su estilo de vida podría haberla llevado a la condenación eterna. Fue un sentimiento macabro y aterrador.
No pasaron más de 20 minutos de llanto cuando, de la nada, surgió un sentimiento de esperanza que me consoló profundamente: Me acordé de aquella conversación, y sentí en lo profundo de mi corazón que Jesús me decía, “Ella escogió mi misericordia”. Ya no había llanto en mi interior, sino una profunda alegría y una paz que sólo el Espíritu Santo puede dar.
Como dije anteriormente, escuché esta explicación del juicio personal en algún grupo de oración –ni siquiera me acuerdo cuál, para ser sincera– pero fue una explicación que se me quedó grabada. No intento que esto sea considerado dogma de fe, ni mucho menos. Simplemente es una explicación muy básica de lo que significa la infinita misericordia, además de compartir una experiencia personal que Jesús me permitió vivir con respecto a este tema.
Lo único que me queda por decir es: oremos para que el día en que nos encontremos cara a cara con Jesús, nos refugiemos en su Sagrado Corazón y recibamos el derroche de su Divina Misericordia.
Cristina Umaña Sullivan es socióloga cultural que se ha dedicado a la evangelización por más de 10 años con especialidad en Teología del Cuerpo y creación de identidad desde la perspectiva cristiana. Envíele un correo electrónico a fitnessemotional@gmail.com.