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 | Por Cristina Umañ​​​​​​​a Sullivan

San Juan Bautista

El patrono de la fidelidad y de las almas en desierto espiritual

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Cuando estaba soltera, escuché un sermón acerca de San Juan Bautista que me hizo anhelar casarme el 29 de agosto, día en que se celebra su muerte. El padre señaló el hecho de que este santo había dado su vida por defender el sacramento del matrimonio al denunciar la unión entre Herodes Antipas y Herodías.

A partir de ese momento, empecé a leer más acerca de este personaje – signo de contradicción para su época – que es muy parecida a la nuestra a pesar de los dos mil años transcurridos. Lo que más me llama la atención de San Juan Bautista es precisamente lo que Jesús dice de él en Mateo (11, 1-15). Vale la pena leer este breve pasaje. Pero aquí copio la frase que más me ha costado entender: “Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él”.

Si Jesús no hubiera nacido, me sería mucho más fácil entender esta frase porque sin tener a Jesús en el panorama, es fácil imaginar que Juan el Bautista fue el más grande de los hombres nacidos. Pero Jesús ya había nacido cuando dice estas palabras, y siendo Él el Mesías, debería ser el más grande de los hombres nacidos. Eso me confunde bastante. Y la forma en que Jesús termina esa frase me confunde aún más. Sin embargo, hay dos imágenes que me han ayudado a comprender un poco el significado de las palabras de Jesús: la primera es la de una retroexcavadora, y la segunda es de Jesús como un bebé recién nacido.

Una retroexcavadora es más grande que un automóvil porque está diseñada para allanar caminos difíciles y pedregosos, cosa que un auto corriente no está diseñado para hacer, ya que este último está hecho para atravesar con mayor velocidad distancias más largas. Justo antes de estas palabras, Jesús cita el Antiguo Testamento diciendo: “Él (Juan el Bautista) es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino”. Por esta razón, me imagino a Juan siendo la retroexcavadora que allana el camino de Jesús, que en su humildad prefiere atravesar las largas distancias que existen entre muchos corazones y Él, sin mucho ruido ni pompa (como lo haría una retro o una caravana poderosa).

Ahora bien, ¿quién es el más pequeño en el reino de los cielos? Confieso que desde mi lógica mundana, siempre pensé que el más pequeño podría ser el alma menos virtuosa, o en otras palabras, “menos digna” del banquete celestial. Sin embargo, la lógica divina señala otra cosa: el niño Jesús recién nacido, es en mucho mejor grado, el más pequeño en el Reino de los Cielos. Al fin y al cabo, para entrar al Reino de los Cielos, no es necesario ser superior, sino ser como niños.

Juan el Bautista ha empezado a ser uno de mis santos favoritos, y ahora que estoy casada acudo mucho a él, en especial para que custodie nuestra fidelidad como pareja. En el mundo en que vivimos, la fidelidad es a menudo ridiculizada e incluso atacada. Aquellos de nosotros que hemos sido llamados a comprometernos con una determinada persona, vocación o llamado y anhelamos perseverar hasta el final, nos encontraremos frente a una cultura que profesa justo lo contrario: el camino más fácil, rápido, cómodo, y mientras más satisfactorio y placentero, mejor. Será muy difícil para nosotros llegar al final de la carrera con la corona de la victoria solo con nuestras fuerzas.

Si queremos vivir como verdaderos cristianos, irremediablemente seremos un signo de contradicción. Cuando estemos en un período de prueba, tentación, o incluso atravesando por un desierto espiritual o una noche oscura, recordemos la figura de Juan el Bautista. Acudamos con confianza a pedir su intercesión por nosotros. Él nos puede ayudar cuando nuestro corazón necesite una retroexcavadora para que Jesús pueda acercarse a nosotros. Él nos puede enseñar a servir y adorar a Jesús siendo niño, la cual es una de las mayores gracias que un alma puede recibir. San Juan Bautista puede enseñarnos a permanecer fieles a nuestra vocación, cualquiera que esta sea. Él vivió en el desierto, y si estamos atravesando uno a nivel espiritual, alegrémonos porque seguramente lo podemos encontrar allí a nuestro lado.


Para concluir, les compartiré una de mis oraciones favoritas a San Juan Bautista:

Bendito San Juan Bautista, que fuiste elegido para anunciarnos la venida de Cristo,

guía mis pasos por las sendas de la justicia y la paz,

y alcánzame del Señor su misericordia y perdón.

Glorioso San Juan Bautista,

precursor de mi Señor Jesucristo,

lucero hermoso del mejor sol,

trompeta del Cielo, voz del verbo eterno,

consígueme del Señor su benevolencia y bendición.

Tú, que eres el mayor de hombres nacido de mujer y alférez del Rey de la gloria,

que eres más hijo de la gracia que de la naturaleza,

y por estas razones, príncipe poderosísimo en el Cielo,

consígueme del Señor su clemencia y protección.

Glorioso San Juan Bautista,

hoy en mi desespero te ruego que me ayudes en estos duros momentos,

necesito tu valioso auxilio para solucionar mis penas y miserias,

intercede ante el Señor para que me conceda (decir lo que se necesita).

Te pido, mártir invencible, que no desoigas mis penas

y por los privilegios con que Dios te enriqueció

consigue que mi petición sea concedida si conviene para mi salvación;

y si no, dame una perfecta resignación con abundante gracia,

para que perfeccionando mi relación con Dios,

y me asegure las felicidades eternas de la Gloria. Amén.


Cristina Umaña Sullivan es socióloga cultural que se ha dedicado a la evangelización por más de 10 años con especialidad en Teología del Cuerpo y creación de identidad desde la perspectiva cristiana. Envíele un correo electrónico a fitnessemotional@gmail.com.