Share this story


 | Por Edgar Ángel

Llegan los Somascos a la Diócesis de Charleston

Luego de 18 horas de vuelo entre Manila y Nueva York, los sacerdotes Manuel Lobo, Raynier Q. Dabu y Angeles Javier P. San José, miembros de la comunidad de los Somascos, aterrizaron en el aeropuerto John F. Kennedy. Tras concluir los trámites de inmigración, buscaron una de las puertas nacionales y de nuevo abordaron, esta vez con destino a Charleston, Carolina del Sur. Una diócesis a la que fueron asignados acatando uno de los tres votos de todo miembro de comunidad religiosa, el de obediencia.

En Roma a mediados de 2020, el vicario general de los Somascos habló con el superior general de los padres Adornos, quien había servido en la diócesis de Charleston y sabía de la necesidad de sacerdotes. Ël le enfatizó sobre cómo se habían fortalecido los Adornos al brindar servicios a la comunidad latina y le sugirió que contactara al obispo Robert Guglielmone, al que conoció durante su servicio en Inmaculada Concepción. Luego de idas y venidas, pandemia incluida, los padres Somascos cruzaron la puerta del aeropuerto de Charleston el lunes, 8 de noviembre de 2021, y aun cuando sabían de la vibrante comunidad filipina, fue reparador escuchar la bienvenida en Tagalo, el idioma de mayor uso en el archipiélago.

El diacono Jeffrey Mevissen, coordinador del personal sacerdotal, se encargó de los trámites de inmigración, pasando por los permisos de trabajo, las consecuentes citas en embajadas que estaban cerradas debido a la pandemia actual; y todo esto lo coordinó dentro de la diferencia de trece horas entre Manila y Charleston. Para él, concluían 17 meses de trabajo; para ellos, apenas comenzaba su servicio.

A la mañana siguiente, concelebraron su primera eucaristía en Santo Tomás Apóstol, parroquia a la que fue asignado el padre Manuel Lobo donde The Micellany lo entrevistó.

El padre Manuel Lobo tiene 28 años de vida religiosa, 19 como ministro ordenado, y ha ocupado diversas funciones dentro de la congregación y en su vida como misionero.

El padre Manuel nos cuenta que, “A comienzos de los 80 llegó una nueva orden religiosa al área donde vivía, Pampanga, estaba a punto de concluir mi bachillerato y decidí asistir a un retiro de búsqueda de tres días, me atrajo la espiritualidad del fundador San Jerónimo Emiliani, presenté el examen de admisión y comenzó mi formación en el seminario menor”.

Pasado 8 años, en 1992, profesó sus primeros votos de: castidad, pobreza y obediencia. Regresó a las aulas por un par de años a estudiar filosofía y al concluir fue asignado a su primer Practicum, o servicio a la comunidad, que vivió entre el seminario y el orfanato adyacente durante dos años.

De nuevo en las aulas, esta vez por cuatro años, estudió teología y, al concluir, profesó los votos solemnes que lo vinculan de por vida con los Somascos en su espiritualidad, carisma, apostolado y vida en comunidad, y finalmente se ordenó en 2002. Ha sido director de orfanato, profesor del seminario, vicario parroquial, párroco y su primer servicio misionero lo realizó en Indonesia donde estuvo cinco años.

A comienzo de 2021, le informaron de su segundo servicio misionero.

“No estaba en mis planes”, dijo. “El superior me dijo que sería asignado a la Diócesis de Charleston y comencé a orar y a prepararme espiritual y psicológicamente para esta nueva asignación” dijo a The Miscellany.

Cuando le preguntamos cuál es su mayor fortaleza, respondió, “La música es mi fortaleza. La uso como un instrumento para evangelizar, y a través, de ella me acerco a las diferentes comunidades”.

Finalmente, The Miscellany le preguntó sobre los retos de esta nueva asignación. “No ha habido consejo pastoral por cinco años. Se deben fortalecer los diferentes ministerios, actualizar los miembros del consejo financiero y, en obras materiales, renovar el salón comunal”.

Los Somascos, como cada orden religiosa, tiene los siguientes carismas: trabajar con huérfanos, educar a jóvenes, y trabajar con comunidades menos favorecidas. El párroco del Divino Redentor, el padre Raynier Dabu, tiene adicionalmente a su cargo una escuela que atiende a 125 estudiantes, muchos de ellos latinos becados, entre kínder y el grado 8. Un letrero inmenso frente a la puerta diciendo que la oficina estaba cerrada los miércoles, día de nuestra cita, me permitió saber que tendríamos tiempo para hablar.

Cuando el padre Dabu comenzó a hablar de su vocación, nos dijo que, “Ya estaba inscrito para iniciar ingeniería de computadores … pero por alguna razón no podía dormir y, dos semanas antes de iniciar clases, les comenté a mi familia y amigos la decisión de hacerme seminarista. Les pedí un año… en 1998”.

En 2011, durante su segundo año de teología, hizo sus votos perpetuos y se ordenó en mayo de 2013.

Sus nombramientos han estado vinculados a la formación de jóvenes en orfanatos y seminarios. Acababa de regresar de su misión en Indonesia, en 2021, cuando el superior le comunicó que iría a la Diócesis de Charleston.

“Siempre he servido en el tercer mundo, me puse nervioso… son muchos retos… servir en el primer mundo, comunicarme en inglés y adicionalmente aprender español”.

En su agenda, priorizó dos temas: servir mejor a la comunidad de habla hispana y la renovación del templo: “El Señor va a proveer. La escuela comenzó el año con 105 niños, y en estos meses se han inscrito 20 más”.

Con respecto al templo: “Sé que la comunidad latina me va a ayudar”. Me extendió la mano y regresó a su oficina con paso lento: “Estoy evaluando hasta ahora, habrá un momento de actuar”. Y para evaluar mejor, se debe andar sin prisa, pero sin pausa.


Una breve historia de los Somascos

“Orar y obrar” con tres palabras se puede definir a la orden religiosa de los Somascos, que nació en Italia en el siglo XVI, como parte de un gran movimiento de renovación cristiana.

San Jerónimo Emiliani (1486-1537), fundó la orden dos años después de establecer su primer orfanato en la provincia italiana de Somasca, cerca de Milán. El cólera de 1531 había dejado cientos de huérfanos y él los acogió en la casa que compró luego de vender todos los bienes que recibió como herencia. Construyó un segundo edificio, en el primero acogió niños y en el segundo niñas, que estaban siendo víctimas de la prostitución.

Cuando apenas tenía 56 años de edad, murió santamente el 8 de febrero de 1537. Después de su muerte, se le atribuyeron numerosos milagros y el Papa Clemente XIII lo declaró santo en 1767. Después, en 1928, el Pontífice Pío XI lo declaró patrono de los niños huérfanos.

Entre los carismas de la orden están: trabajar con los huérfanos, jóvenes abandonados, y pobres, y también la educación humana y cristiana de los jóvenes.


Edgar G. Ángel, periodista y productor de vídeo, es coordinador del ministerio hispano en la iglesia de Santo Tomás Apóstol. Envíale un correo electrónico a eangel@charlestondiocese.org.