Informe especial: Familias monoparentales
El Sínodo Extraordinario de los Obispos sobre la Familia de octubre de 2014 y el Sínodo Ordinario sobre la Familia de octubre de 2015 han hecho muy oportuna la reflexión sobre la vocación y misión de la familia, tanto en la Iglesia como en el mundo moderno. Teología 101 explorará la enseñanza de la Iglesia sobre muchos de los temas considerados por los dos sínodos.
El destino de la humanidad
Con el fin de proporcionar el contexto necesario para una reflexión sobre la familia monoparental, primero debemos orientarnos hacia nuestro fin último. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma en el primer párrafo de la primera página que fuimos creados libremente y por amor de Dios para la vida eterna en comunión con él. Dicha comunión se ha revelado como una amorosa comunión trinitaria de Padre, Hijo y Espíritu Santo, es pues el destino previsto para la humanidad.
De ello se deduce que, si queremos vivir de verdad y estar plenamente vivos, lo lógico es que vivamos en armonía con aquello para lo que hemos sido creados. La comunión con Dios, es decir, ser de la misma mente, con el mismo amor, unidos de corazón, pensando una sola cosa con Dios (Flp 2, 2), se convierte en la meta y fundamento de la vida cristiana.
La familia como comunión
Una de las formas en que vivimos la comunión con Dios es a través de la familia, que es la unión de un hombre y una mujer en matrimonio con sus hijos, según el Catecismo. La familia constituye una comunión de personas que es signo e imagen de la comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo. Además, según Familiaris consortio (21) del Papa San Juan Pablo II, la familia cristiana es “una revelación y actuación específica de la comunión eclesial … que también por esto puede y debe decirse ‘Iglesia doméstica’”.
La familia es la célula original de la vida social. Es una comunidad en la que se pueden aprender valores morales, empezar a honrar a Dios y ejercer la libertad de buena manera. La familia ofrece oportunidades para cuidar y responsabilizarse de los jóvenes, adultos mayores o personas que padecen enfermedades, discapacidades o pobreza. Es una iniciación a la vida en sociedad, pues la familia nos enseña a ver a los demás como hermanos y hermanas de nuestro único Padre celestial.
Comunión sobre comunión
La familia cristiana se funda en la comunión de personas que es el matrimonio, en la “íntima comunidad de vida y amor que constituye el estado matrimonial”. En la Carta Pastoral de 2009 “El Matrimonio: El amor y la vida en el plan divino”, la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB) afirmó: “Mediante el bautismo, hombres y mujeres son transformados, por el poder del Espíritu Santo, en una nueva creación en Cristo. Esta nueva vida en el Espíritu Santo sana a hombres y mujeres del pecado y los eleva a compartir la propia vida divina de Dios. En este nuevo contexto cristiano, Jesús ha elevado el matrimonio entre bautizados a la dignidad de sacramento. Él sana el matrimonio y lo devuelve a su pureza original de entrega permanente en una sola carne (ver Mt 19, 6)”.
Al revelar su propio amor como la perfección de todo amor, Dios revela el significado más profundo de todo amor conyugal: el amor que se da a sí mismo, modelado según la vida interior y amor de Dios. Los obispos estadounidenses explican: “[L]a entrega principal y original es la entrega unitiva y mutua de los esposos entre sí. En sus promesas matrimoniales, los cónyuges se prometen amor y fidelidad mientras vivan. La transmisión de la vida es una realización sublime y concreta de esta autodonación radical entre un hombre y una mujer. El amor conyugal mutuo del hombre y la mujer se convierte en una imagen del amor absoluto e indefectible con el que Dios ama a [la humanidad], porque, como donación mutua de sí mismo, es al mismo tiempo donación creativa de sí mismo”.
La familia monoparental
El documento final del Sínodo Extraordinario de Obispos sobre la Familia de octubre de 2014 (8) reconoció que “[s]on muchos los niños que nacen fuera del matrimonio, especialmente en algunos países, y muchos los que después crecen con uno solo de los padres o en un contexto familiar ampliado o reconstituido”. Además de estos nacimientos “fuera del matrimonio”, el divorcio, la separación, el abandono total del cónyuge y la muerte de éste contribuyen al aumento de las familias monoparentales que vemos hoy en todo el mundo.
La respuesta de la Iglesia
La Iglesia afirma necesaria y acertadamente la santidad e indisolubilidad del matrimonio. También afirma el derecho de todo niño a nacer en el contexto del amor conyugal comprometido, porque proporciona las mejores condiciones para criar a los hijos.
Los obispos estadounidenses han señalado repetidamente que un matrimonio comprometido es la base de una familia. En su documento de 1994, “Seguir el camino del amor”, afirmaron que el matrimonio “fortalece a todos los miembros, satisface mejor las necesidades de los hijos y hace que la iglesia del hogar sea un signo eficaz de Cristo en el mundo”.
Al mismo tiempo, la Iglesia también es consciente de que las personas luchan con sus propias debilidades y, a veces, se encuentran con tremendos retos vitales cuando intentan hacer el camino de la fe. Por esta razón, la Iglesia ha sido clara, por ejemplo, en el documento final del sínodo extraordinario antes mencionado, en que “las personas necesitan ser aceptadas en las circunstancias concretas de la vida” (11).
El sínodo pidió que se mostrara respeto a quienes sufren injustamente por las acciones o la muerte de un cónyuge. La atención pastoral, asistencia material y orientación deben dirigirse a las familias monoparentales para ayudarlas a soportar la responsabilidad de proporcionar un hogar y criar a sus hijos.
9.8 millones
Número aproximado de familias monoparentales en EE.UU.
15.09 millones
Niños criados por padres solteros en EE.UU.
79.5%
Porcentaje de padres custodios que son madres
11.5%
Porcentaje de la población estadounidense que vive en la pobreza en 2024
31.3%
Porcentaje de madres solteras y sus hijos que viven en la pobreza en 2024
De un vistazo: “Seguir el camino del amor”
Al final, tal vez “Seguir el camino del amor” sea lo que mejor capte el tono pastoral de la respuesta de la Iglesia a los padres solteros:
Padres solteros: enfrentarse en solitario a todas las responsabilidades de la paternidad es un reto que afecta al núcleo mismo de su vida. Los obispos les expresamos nuestra solidaridad. Instamos a todas las parroquias y comunidades cristianas a que les acojan, les ayuden a encontrar lo que necesitan para una buena vida familiar y les ofrezcan la amistad afectuosa que caracteriza nuestra tradición cristiana.
Dondequiera que exista una familia y el amor siga moviéndose a través de sus miembros, la gracia está presente. Nada -ni siquiera el divorcio o la muerte- puede poner límites al amor misericordioso de Dios.
Por ello, reconocemos el valor y la determinación de las familias en las que uno de los progenitores cría a los hijos. De alguna manera, cumplen con su llamada para crear un buen hogar, cuidar de sus hijos, mantener un trabajo y asumir responsabilidades tanto en el barrio como en la iglesia. Reflejan el poder de la fe, la fuerza del amor y la certeza de que Dios no nos abandona cuando las circunstancias los dejan solos en la crianza.