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 | Por el Dr. Mike Martocchio

Via Fidelis: Un don de amor: Dios nos envía su Espíritu

La expresión última de generosidad se encuentra en el acto profundo de entregarse. Tal vez todos los regalos auténticos sean, en su núcleo, extensiones del ser mismo del dador, momentos en que ofrecemos fragmentos de nuestra esencia a otro. Cuando realmente damos, nos revelamos, creando puentes a otros con diferentes grados de vulnerabilidad y presencia.

Esta verdad encuentra su perfecta encarnación en Cristo, cuya Encarnación y misterio pascual –del sufrimiento a la muerte, de la resurrección a la ascensión– revela el plan divino para la entrega de sí que hemos estado explorando juntos en este Año de la Evangelización al Proclamar la Fe. Con este modelo de auto-entrega en mente, sigamos desempacando el kerygma, la proclamación de la Buena Nueva de la salvación en Cristo Jesús, que está en el corazón de nuestra fe cristiana.

En las reflexiones recientes, hemos examinado puntos clave que comprenden este mensaje de buena noticias. Hemos hablado del amor creativo de Dios que perdura a pesar de nuestra pecaminosidad, un amor tan profundo que Dios el Padre envió a su único Hijo, que tomó nuestra humanidad y entró en nuestra realidad, incluyendo la realidad de la muerte. Al morir, Jesús cambió para siempre la muerte y el significado y la trayectoria de la existencia humana, extendiéndose a nosotros la invitación a compartir la vida íntima de la Trinidad.

Como parte de esta invitación, Dios nos envía su propio Espíritu para que morara dentro de nosotros. El Espiritu Santo, como tercera persona de la Trinidad, es Dios mismo, así que el don del Espíritu Santo es el don de Dios mismo. La actividad del Espíritu no es nada nuevo, aunque el Espíritu siempre está renovando.

Vemos al Espíritu Santo actuando a través de toda la historia de la salvación, él está activo en la creación y en la vida de Israel; habla a través de los profetas. Es por el poder del Espíritu Santo que la Encarnación tiene lugar. La vida, muerte y resurrección de Cristo son un testimonio del amor y poder del Espíritu Santo. Jesús promete y da el Espíritu Santo a su Iglesia (ver Jn 14,16-17; 20,22) , y es por medio del Espíritu Santo que las Escrituras fueron escritas para comunicarnos el plan amoroso de Dios en Cristo.

Cristo nos envía su Espíritu Santo para que nos permitiera vivir la vida divina de amor, y estamos invitados a participar eternamente. El Espíritu Santo es el que trae vida al mundo. Y es así mismo el Espíritu Santo el que anima, guía y da vida a la Iglesia. La presencia del Espiritu Santo en la Iglesia nos une como cristianos y conforma nuestra vida juntos. Su presencia en el corazón de cada miembro nos da orientación individual, siempre que nos sintonicemos con su incitación. La obra del Espíritu Santo es el comienzo de la vida propia de Dios vivida en nosotros.

El don del Espíritu Santo también nos capacita para la misión que Dios nos ha encomendado como individuos y como Cuerpo de Cristo. Es el Espíritu Santo el que nos permite ver y ser la presencia de Jesús en el mundo que nos rodea. La vida en Cristo es vida en su Espíritu. El amor con el que amamos como cristianos es el propio amor de Dios.

Nuestro trabajo como cristianos debe comenzar con la invitación y el abrazo al Espíritu Santo. Y esta obra continúa a través de la fuerza que el Espíritu Santo nos da constantemente. El desafío y la tentación que todos enfrentamos es colocar nuestra voluntad sobre la de Dios y tratar de guiar en lugar de ser guiados.

Todos hemos experimentado tiempos en los que nuestra iniciativa y fuerza no son suficientes. La Buena Nueva que proclamamos es que, cuando se trata de lo más importante –el trabajo de la salvación en nuestras vidas y para los demás– no tenemos que depender únicamente de nosotros mismos. Más bien, se nos ha dado la fuerza de Dios para perseverar y el propio amor de Dios para mover corazones a través del poder y la guía de su Espíritu Santo.


Michael Martocchio, Ph.D., es el secretario de discipulado y el director de la Oficina de Catequesis e Iniciación Cristiana. Envíele un correo electrónico a mmartocchio@charlestondiocese.org.