Escuchemos a nuestros jóvenes
Jesús nos dice "Dejen a los niños pequeños y no les impidan venir a mí porque el Reino de los Cielos es de los que son como ellos" (Mateo 19:14); y es que en los niños podemos ver la alegría, generosidad, confianza, y simplicidad que caracteriza a los santos. Pero, atención, de la inocencia se crece hacia la madurez, y hasta en la perfección del Jardín de Edén, entró la serpiente. Como todos nosotros, nuestros hijos también tendrán que encaminarse en la gran aventura de la vida, con todas las amenazas espirituales que asaltan el camino.
Jesús nos dice "Dejen a los niños pequeños y no les impidan venir a mí porque el Reino de los Cielos es de los que son como ellos" (Mateo 19:14); y es que en los niños podemos ver la alegría, generosidad, confianza, y simplicidad que caracteriza a los santos. Pero, atención, de la inocencia se crece hacia la madurez, y hasta en la perfección del Jardín de Edén, entró la serpiente. Como todos nosotros, nuestros hijos también tendrán que encaminarse en la gran aventura de la vida, con todas las amenazas espirituales que asaltan el camino.
Por eso, ¡no subestimemos la vida interior de nuestros jóvenes! Desde muy pequeños brotan las grandes preguntas existenciales: ¿Existe Dios? ¿Quién soy yo? Y derivado de ello, también empiezan las dudas que están tan incrustadas en el corazón humano: ¿Soy suficiente? ¿Me acepta mi prójimo? ¿Dios realmente me ama? En la cultura estadounidense que valora tanto el individualismo como la privacidad, estas preguntas pueden quedarse encerradas en el corazón de nuestros jóvenes mientras encuentran consuelo en las banalidades del mundo, ya sea el éxito, el vicio u otras distracciones.
Para ayudar a nuestros jóvenes a resolver estos grandes misterios, debemos esforzarnos por conocerlos verdaderamente y escuchar, profundamente, lo que comunican, con sus palabras y acciones. Dentro de todas las quejas, exclamaciones, expresiones y manifestaciones de los niños, se encuentra también la clave para entender su mundo y llegar a acompañarlos en sus desafíos espirituales.
Escuchar es una tarea de los santos y de los padres de familia.
En Lucas 5:4, Jesús le pide a Pablo, “Navega mar adentro, y echen las redes”. Esta es una instrucción para todos los formadores y parientes de los jóvenes. Nos indica que debemos indagar más, escuchar más, y pensar más en los problemas de nuestros hijos. Y prestar atención a ellos.
No se trata de solucionar los problemas por ellos, sino de entrar a un diálogo que los ayude a encaminarse y ejercer buen juicio en los caminos de la vida.
Tal vez nuestros jóvenes se sienten solos, algo muy común hasta en los más pequeños, o quizás sienten frustración al no alcanzar sus metas. Esas metas pueden parecer pequeñas para nosotros como adultos, pero para ellos son inmensas. Los problemas que nos manifiestan son las oportunidades, las puertas que nos da Dios, para llenar con la luz del Evangelio la oscuridad en sus vidas.
¿Y cómo se hace eso? ¿Cómo se sabe qué decirle a un joven que abre su mundo y comparte sus problemas? En la Cuaresma que está por llegar, tiempo de silencio y de recogimiento, dediquemos tiempo a nuestras propias vidas espirituales. Entre más lejos caminemos nosotros en los caminos de la espiritualidad, estaremos más cerca de ser luz que acompaña a nuestros jóvenes en el descubrimiento de las verdades más trascendentales de la existencia humana.
En el silencio de la Cuaresma, aprendamos a escuchar a los que nos rodean. A veces, sólo se necesita apaciguar nuestra propia vida interior para poder entender con empatía, paz y amor lo que nos quieren decir los jóvenes sobre su vida interior.
Jorge Gomez es profesor de Ciencias Sociales e Inglés para 6 al 8 grado en Divine Redeemer School, en Hanahan. Envíele un correo electrónico a jgomez@drcs.co.