Proyecto San Pedro y las misiones médicas son la iglesia ‘en salida hacia la periferia’
“Vengan, benditos de mi Padre, a recibir el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo… Les aseguro que lo que hayan hecho a uno solo de éstos, mis hermanos menores, me lo hicieron a mí” (Mt 25, 34-40).
“Vengan, benditos de mi Padre, a recibir el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo… Les aseguro que lo que hayan hecho a uno solo de éstos, mis hermanos menores, me lo hicieron a mí” (Mt 25, 34-40).
Estas palabras resuenan en mi corazón cada vez que me dispongo a estar “en salida hacia la periferia”, como dice el Papa Francisco, al encuentro de mis hermanos que reflejan el rostro de Cristo. El departamento de Ministerios Internacionales, bajo la Secretaría de Ministerios Sociales en la Diócesis de Charleston, tiene dos programas que ayudan a poner en práctica el llamado de nuestro Señor en Mateo 25, Proyecto San Pedro y las Misiones Médicas. La misión médica dura una semana y se lleva a cabo dos veces al año, una en primavera y otra en otoño.
En abril del 2008, un grupo de 14 voluntarios de la Diócesis de Charleston respondió al llamado para atender algunas necesidades de la población en un área de escasos recursos en Guatemala. Desde entonces, distintos grupos de voluntarios participan en misiones médicas en San Pedro La Laguna, donde entran en contacto directo con sus pobladores. Los misioneros, y patrocinadores que no tienen la oportunidad de viajar a Guatemala, apadrinan a niños que, por medio del Proyecto San Pedro en colaboración con las Hermanas de Betania y la Diócesis de Sololá, obtienen acceso a una excelente educación, atención médica adecuada, ayuda suplementaria de alimentos y concesiones de ropa. Las Hermanas de Betania se aseguran de que cada niño apadrinado continúe en la escuela y reciba los servicios de apoyo necesarios para vivir una vida digna como hijos de Dios.
El dispensario médico, donde se lleva a cabo la misión médica, y la escuela están localizados en San Pedro La Laguna, llamado así en honor a San Pedro apóstol y por su ubicación en las orillas del Lago Atitlán, se encuentra en el departamento de Sololá, en la República de Guatemala, en Centroamérica. La totalidad de pobladores son de la etnia Tz'utujil y hablan un dialecto que lleva el mismo nombre, y en su mayoría también hablan español. San Pedro tiene una población de gente muy trabajadora y acogedora, está rodeado de bellos paisajes y es aquí donde el Señor nos ha permitido remar mar adentro en el crecimiento de nuestra fe en acción.
En el año 2019, un miembro del equipo se percató de una madre e hija que estaban limpiando la clínica para que estuviera lista para el día siguiente. Se acercó y le preguntó si la niña asistía al colegio con las Hermanas de Betania; la madre respondió que no, porque no tenían dinero para ello, y además necesitaba la ayuda de su hija para llevar el sustento a casa. Después de una larga conversación, el miembro del equipo logró convencerla y ella accedió a que su hija fuese apadrinada en el Proyecto San Pedro. La jovencita, Clarita, está ahora recibiendo clases en la escuela católica y se está esforzando por sacar buenas notas. Es una triste y dura realidad que muchos niños y jóvenes no reciben una educación que les ayude a ser profesionales en el futuro porque sus padres no cuentan con los recursos ni el apoyo necesario para ello. A veces prefieren que los hijos trabajen para ayudar al sostén de las familias. Apadrinar a una niña o un niño en sus estudios es colaborar para que ellos en el futuro tengan una mejor calidad de vida y que sean miembros productivos y formados de su sociedad.
En la más reciente misión médica en septiembre del 2022, el equipo tuvo la oportunidad de literalmente salvar una vida. Rosalía, madre de un niño de tres años llamado Juan Miguel, que nació con espina bífida, hidrocefalia y que no tiene el uso de sus piernas, llegó a la clínica a pedir ayuda con un medicamento que le habían prescrito en el hospital del área para su tratamiento. No pudo encontrarlo en las farmacias locales y tampoco tenía recursos monetarios para comprarlo. En nuestra farmacia no disponíamos del medicamento que buscaba en presentación pediátrica, pero miembros del equipo se propusieron ver cómo conseguirlo, sin obtener buenos resultados. El doctor Miguel Ángel Echeverria, médico guatemalteco que se unió a la misión médica junto con su esposa Doris, trató el caso del niño y advirtió que el medicamento no era el indicado debido a las condiciones físicas de Juan Miguel. El doctor rectificó el tratamiento y prescribió el medicamento adecuado, y fue posible darle a Rosalía lo necesario para tratar a su hijo de manera segura.
Aunque Juan Miguel no puede hablar, su sonrisa y gran personalidad capturó la atención y el corazón de todos los del equipo que estuvieron en contacto con él y su madre.
Mi esposo, Alejandro, y yo hemos tenido la bendición de participar en la misión médica en varias ocasiones desde el año 2018. Somos parte de un gran equipo de médicos, enfermeras, traductores y personal de apoyo que va al encuentro y servicio de los más necesitados en esa población. La mayoría de los que ya hemos participado de esta asistencia solidaria hemos tomado la decisión de participar como padrinos de niños y niñas inscritos en el programa de Proyecto San Pedro, que asisten al Colegio Mixto Católico Guillermo Bilbao Zavala, administrado por las Hermanas de Betania. Cada vez que vamos, tenemos la oportunidad de visitar a nuestros ahijados y sus familias. Ellos nos ponen al día de cómo van sus estudios y su vida familiar. Estos encuentros fortalecen los lazos que el Señor ha unido. Los padres de familia y los niños son muy expresivos en su agradecimiento por la oportunidad que les brinda el patrocinio. Cuando uno decide influir positivamente en la vida de otras personas, es testimonio de la bendición de Dios y nos recuerda las palabras del Señor Jesús: “Hay mayor felicidad en dar que en recibir” (Hch 20, 35).
Joely Leguizamon es la administradora del sitio de Caridades Católicas de Carolina del Sur, en Gloverville. Envíele un correo electrónico a joely@charlestondiocese.org.