
Pentecostés es el corazón de la Trinidad y el nacimiento de la Iglesia
La Solemnidad de Pentecostés es una fiesta en la que se cumple uno de los mayores deseos del Sagrado Corazón: Jesucristo, una vez ya glorificado, infunde su Espíritu en abundancia y se manifiesta como persona divina, de modo que la Santísima Trinidad queda plenamente revelada.
La Solemnidad de Pentecostés es una fiesta en la que se cumple uno de los mayores deseos del Sagrado Corazón: Jesucristo, una vez ya glorificado, infunde su Espíritu en abundancia y se manifiesta como persona divina, de modo que la Santísima Trinidad queda plenamente revelada.
Su misión de salvarnos ha sido cumplida, y ahora ya estamos listos para recibir la abundancia del Espíritu divino, aquel Espíritu que mora en Jesús y en el Padre. Desde ese momento, el Espíritu Santo mora también en nosotros. La Iglesia Católica nace cuando la misión de Cristo se convierte en nuestra misión: cuando somos enviados para anunciar el misterio de la comunión trinitaria.
Pero, ¿qué es la comunión trinitaria? Imagina a una pareja que se ama con amor verdadero, imagina sus diálogos, silencios, compartir y vida juntos. Pues bien, la comunión trinitaria es la intimidad que existe entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo: es la plenitud del amor. Nosotros hemos sido invitados a vivir dentro de esa comunión, se nos ha abierto de par en par el corazón de Dios y somos parte de la intimidad divina. Ahora podemos morar en el corazón de la Trinidad.
¿Cómo ha sucedido esto? Una vez que Cristo fue glorificado y constituido Señor y Mesías, entonces el mundo estuvo listo para recibir en plenitud y abundancia el don de Su Espíritu. Recordemos que el Espíritu proviene del Padre y del Hijo, entonces podemos imaginarnos a las dos personas infundiendo a la tercera persona en nosotros, derramando este don para la vida del mundo.
San Juan Crisóstomo utiliza una imagen muy bella para explicar este suceso: nos pide imaginar un frasco de perfume, si ese frasco cae al suelo y se rompe, la habitación entera se impregna del aroma. Eso es lo que ha sucedido con la glorificación de Cristo: su muerte en la cruz y su resurrección es lo que permite que la presencia del Espíritu sea impregnada en todo el mundo como el mejor de los aromas. Eso es Pentecostés.
En el Antiguo Testamento queda revelado de manera especial el Padre; en el Nuevo Testamento encontramos la revelación del Hijo; el día de Pentecostés es cuando queda revelado el Espíritu Santo y al mismo tiempo, queda revelada la Santísima Trinidad en su totalidad. Una vez el Hijo ha sido glorificado, se revela el Espíritu Santo y queda expuesto el misterio Trinitario. Ahora estamos invitados a participar de la comunión de la vida trinitaria porque no es una revelación en la que simplemente somos espectadores pasivos.
Sino que, la Iglesia quedó integrada en aquella revelación; estamos siendo invitados a unirnos y tener un rol activo en la intimidad de la Trinidad. Por eso, es que somos enviados, porque al ser introducidos en el seno de la vida trinitaria quedamos equipados para la misión. Pentecostés es el envío para cumplir la voluntad divina, es el día en que todos nos convertimos en apóstoles.
Cuando surge la pregunta de cuál es el momento en el que comienza la Iglesia, es preciso señalar que hay muchos momentos. Pero podemos decir que el día de Pentecostés es el nacimiento de la vida de la Iglesia en su plenitud, porque ya estamos listos para recibir la vida divina y compartirla con los demás.
En esta fiesta tan importante para la Iglesia pidamos un don muy especial al Espíritu Santo: el de ser adoradores de la Trinidad y aprender a vivir en comunión dentro del corazón de Dios, que es uno y trino. Con el don del Espíritu Santo podemos convertirnos en verdaderos adoradores, en espíritu y en verdad.