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 | Por La Hma. Guadalupe Flores

Nuestra esperanza renace con la confianza en Dios

Para muchos de nosotros, este año que está por terminar ha sido un año de esperanza, a diferencia del año 2020, que fue, para muchas familias que son núcleo de la sociedad un año de tragedias, tristezas, desolación. A nivel mundial fue un año de incertidumbre y lleno de temor, pero con una gran confianza en Dios.

Pero en medio de este año incierto, hemos experimentado la alegría de estar unidos nuevamente como familia celebrando la vida junto a todos nuestros seres amados. Por ejemplo, podemos dar un abrazo a un ser querido en una fecha especial. Al mismo tiempo ya podemos despedir a nuestros seres amados reunidos como una familia y celebrar nuestras tradiciones y costumbres.

El Papa nos dice: “La alegría no es la emoción de un momento: ¡es otra cosa! La verdadera alegría no viene de las cosas, de tener, ¡no! Nace del encuentro, de la relación con los demás, nace del sentirse aceptado, comprendidos, amados y del aceptar, del comprender y del amar; y esto no por un momento, sino porque el otro, la otra es una persona. La alegría viene de la gratuidad de una reunión” (Discurso a los seminaristas, 6 de julio de 2013).

Igualmente este año podemos ver una esperanza a nivel mundial con el descubrimiento de la vacuna, que viene a terminar con la pandemia. Por consiguiente, ha venido a darnos una luz de esperanza para seguir viviendo en estos tiempos de mortandad, ha sido la luz más grande para que puedan disminuir las estadísticas de casos de contagio por COVID 19. Al mismo tiempo, la muerte causada por esta enfermedad repentinamente ha disminuido.

Aunque todavía hay una minoría de personas que están en desacuerdo en recibir la vacuna, porque no creen su eficiencia, tienen sus propias creencias sobre ella o se han dejado influenciar por los medios sociales. Pero frente a toda esta situación Dios nos invita a tener esperanza como nos lo dice: “Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración” (Rom 12,12).

Otro punto para resaltar este año fue que la comunidad hispana ha tenido la alegría de un reencuentro a través de la Escuela de la fe, reiniciando sus clases presenciales en las diferentes vicarías. Este reencuentro personal nos anima y da energía y mucha esperanza para continuar con la misión que Dios nos confiere de seguir formándonos y de construir un mundo mejor donde reine la paz y el amor. Como nos dice el documento de los obispos de los Estados Unidos: “La formación continua prosigue el proceso de aprendizaje y crecimiento durante todo el tiempo que uno sirve en el ministerio” (Colaboradores de la viña del Señor, pág. 47).

A la luz del Espíritu Santo, este año nos ha traído esperanza para seguir viviendo y, sobre todo, nos ha llamado a tener más confianza en Dios. Este año que volveremos a empezar no se nos olvide que, poco a poco, estamos volviendo a la normalidad en todos los aspectos. Al mismo tiempo, somos responsables de cuidarnos a nosotros mismos y a nuestro prójimo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22, 39).


La hermana Guadalupe Flores, OLVM, es la coordinadora de Formación de Fe de Adultos para la oficina del Ministerio Hispano. Envíele un correo electrónico a gflores@charlestondiocese.org.