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 | Por Laura Ramis

Mantener la santidad del Adviento

Empieza a parecerse mucho —bueno, esperemos— al Adviento. Uno de los retos a los que nos enfrentamos como familia católica durante las fiestas es la tentación de pasar directamente del pavo de Acción de Gracias a la “Alegría del mundo” sin detenernos a preparar espiritualmente la Navidad. ¿Cómo mantenemos este tiempo de oración, preparación y anticipación en el primer plano de nuestro mes de diciembre cuando el resto del mundo está en pleno modo de celebración? No queremos privar a nuestra familia de la alegría de esta época, pero también queremos que el Adviento sea sagrado, y encontrar el equilibrio puede ser difícil. Aquí tienes algunas ideas.

Llena tu casa de música de Adviento, o al menos pon villancicos tan menudo como pones otras canciones navideñas con letras seculares. Hay algo diferente en los cánticos de Adviento. Siguen siendo alegres, pero muchos crean una sensación de alegría contenida y contemplativa, una alegría que viene pero que aún no ha llegado.

Cuando decores, da prioridad a tu corona de Adviento o al Árbol de Jesé, o ambos, antes de poner el resto de la decoración navideña. Cuando tus salones estén totalmente engalanados, asegúrate de que tu belén esté en el centro y sea llamativo.

Modifica las tradiciones dominantes. Manejo con reticencia un elfo llamado Farkle. A menudo se encuentra a Farkle sosteniendo un capítulo y un versículo de la Biblia, normalmente de Lucas o Isaías, para que los niños lo busquen y lo lean ese día. No se moverá si no se lee el versículo. La primera vez, los niños tardaron unos días en darse cuenta de este asunto, así que Farkle tuvo un descanso muy necesario. Pero no tardaron en aprender a tener sus biblias cerca.

Resiste la secularización de la Navidad. No lo dejes pasar ni siquiera en casos casuales. Cuando haya un episodio navideño de un dibujo animado en el que la gran revelación del final sea que “la Navidad consiste en pasar tiempo con tu familia” o “el verdadero significado de la Navidad es ser amable con los demás” —si es que incluso utilizan la palabra Navidad—, detente y haz una observación sobre esa frase.

Obviamente, no hay nada malo en pasar tiempo con la familia o ser amable, pero la Navidad es mucho más que eso. No dejes que se imponga esta versión aguada de la Navidad. Sin el fiat de María, sin el nacimiento de Jesús, no hay Navidad. Habla con tus hijos de por qué muchos se resisten a reconocer esta verdad, y de por qué es importante que tu familia recuerde por qué lo celebramos.

En última instancia, la forma más eficaz de mantener el espíritu del Adviento es ir al lugar donde estarás inmerso en él: tu iglesia. Ve a Misa, no solo el domingo, sino durante la semana si puedes. Al menos una vez durante el tiempo de Adviento, lleva tus pecados y problemas a Jesús en el confesionario. Busca en Google un buen examen de conciencia, envíales un mensaje de texto a tus hijos adolescentes con un “save the date” (reserva la fecha), y luego coge el coche y vete en familia. Esta es la preparación navideña más importante de todas.

Una vez que termine el Adviento, ¡no se olviden de celebrar plenamente la Navidad! Puede que tus vecinos retiren sus árboles el 26 de diciembre, pero para nosotros, el 25 de diciembre es solo el primer día de Navidad. Pon canciones de Navidad, mantén los pijamas y conjuntos navideños en rotación, y mantén los adornos hasta el día de Reyes.

El Adviento es un tiempo de oración y recogimiento, pero también un tiempo de gracia, amor, alegría, luz y esperanza. Aporta luz a tus días leyendo el Evangelio o los profetas. Difunde la alegría a los demás haciendo una donación intencionada a una campaña de recogida de juguetes o a un banco de alimentos. Invita a la gracia acudiendo al Sacramento de la Reconciliación para estar mejor preparados para extender la gracia a los demás. Acércate a la fuente misma del amor pasando tiempo en adoración eucarística. Descansa en la esperanza de la venida de Jesús.

El Adviento es hermoso, ¡no dejes que se borre!


Laura Ramis es feligresa de la parroquia Corpus Christi. Vive en Lexington con su marido Guillermo y sus seis hijos. Envíale un correo electrónico a lauravilaro@hotmail.com.