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 | Por Cristina Sullivan

Los padres favoritos del Padre

Noviembre es el Mes Nacional de la Adopción y, cuando se habla de adopción, normalmente se piensa en aquellas personas afortunadas que encontraron un hogar deseoso de recibirlas. A veces se asume que dichas familias son un oasis de agradecimiento y alegría, lo cual es cierto hasta cierto punto. 

Sin embargo, también es importante recordar que cualquier hogar, adoptivo o no, es disfuncional porque la verdad es que todos estamos heridos y tendemos a perpetuar las heridas de manera inconsciente, casi que sistemática. Toda familia tiene sus desgracias, tragedias, vicios y carencias, y en el caso de la adopción, la herida que genera el abandono de los padres biológicos es tan profunda que a veces se manifiesta en comportamientos difíciles, casi que vengativos, contra los padres adoptivos quienes intentan reparar dicho abandono. El problema es que sin quererlo, los padres adoptivos están reemplazando a las mismas figuras que se fueron; es decir, se están sentando en las sillas vacías de quienes generaron la herida. 

Lo anterior implica un proceso complejo de comprender para la mente y emocionalidad de los niños, y se necesita un acompañamiento y una ayuda adecuados. A continuación, explicaré de manera muy breve las posibles consecuencias de esa herida.

Algo que sucede con las heridas emocionales es que, a veces, nos encontramos con personas con características, roles y/o atributos similares a quienes generaron la herida. El problema es que el inconsciente no repara en las diferencias sino que se adhiere a las semejanzas. 

Por ejemplo, un perro blanco ataca a un niño. Después de ese accidente, es muy probable que si el niño se encuentra con otro perro blanco, se sienta intranquilo, nervioso e incluso agitado o histérico, aunque el nuevo perro sea amable y esté bien domesticado. 

La herida del abandono total por parte de los padres es una de las heridas más profundas que puede recibir un ser humano porque las personas que, por naturaleza, deberían aceptar y cuidar hacen todo lo contrario: rechazan y dan la espalda. A pesar de que los padres adoptivos estén comprometidos con el rol primario de aceptar y cuidar, en la mente emocional del niño, lo que muchas veces sucede es que les señalan como los generadores de la herida. El inconsciente se rebela contra su autoridad o no cree en su cariño y desconfía de ellos.

Las personas que tienen la vocación a recibir y cuidar de niños que no son sus hijos biológicos se benefician inmensamente de una formación adecuada en heridas afectivas, de una preparación formal en materia emocional y psicológica, además de un acompañamiento adecuado por parte de un profesional de la salud mental para llevar a cabo el rol que están llamados a cumplir como padres adoptivos o guardianes. Mientras más herida esté una persona, más difícil será su comportamiento. Entonces, acoger a personas que han recibido una de las heridas más profundas que puede recibir un ser humano sin tener la base y conocimientos necesarios puede resultar en una situación muy compleja e incluso adversa. Llevar a cabo nuestro llamado y vocación es una tarea divina y hacerlo de la manera adecuada es parte crucial de nuestra responsabilidad. Afortunadamente, estamos en un momento de la historia en el que la ayuda necesaria está al alcance de nuestros dedos. Existen muchísimos profesionales que nos pueden ayudar a cumplir nuestra vocación de la mejor manera. 

Al final, cada uno de nosotros comparte, hasta cierto punto, una experiencia similar con quienes han sido abandonados porque nuestra naturaleza caída y el pecado nos han hecho perder la clave de quiénes somos y a dónde pertenecemos. Cada corazón sufre por las heridas que le han infligido, y en especial por las que ha infligido a otros. La paternidad y la maternidad humanas están creadas con deficiencias y limitaciones porque todos estamos hechos del mismo barro, sin importar el apellido o la descendencia. 

La noticia que cambia la vida es que, gracias al bautismo, somos hijos adoptivos de Dios: el verdadero Padre. Sólo él puede saciar nuestra sed de amor al hacernos sentir amados desde la eternidad, acogidos sin restricciones y anhelando que volvamos a él para restaurarnos. Su corazón es nuestro verdadero hogar, el lugar al que pertenecemos de verdad, y nuestra familia adoptiva es el seno de la Santísima Trinidad. 

Los padres adoptivos tienen un lugar privilegiado en el corazón de Dios Padre porque comprenden lo que implica amar a quienes sufren las heridas más profundas del rechazo. Se comprometen con la sanación de los hijos que más están sufriendo. Podemos decir con amor que son unos de los padres favoritos del Padre.


Cristina Umaña Sullivan es socióloga cultural que se ha dedicado a la evangelización por más de 10 años con especialidad en Teología del Cuerpo y creación de identidad desde la perspectiva cristiana. Envíele un correo electrónico a fitnessemotional@gmail.com.