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 | Por Cristina Sullivan

Los abuelos de Jesús: La pareja escogida como cofre de la Joya Divina

Lo que conocemos con respecto a los padres de la Virgen María, Santa Ana y San Joaquín, procede de fuentes apócrifas como por ejemplo el evangelio de la natividad de María, el evangelio apócrifo de Mateo, el protoevangelio de Santiago, entre otros. Estos textos contienen muchos datos históricos, en especial acerca de la vida de Jesús. En la actualidad dichos textos no están incluídos en la lista de libros aceptados como fuentes primarias, como lo es la Biblia, y por eso están excluidos del canon. Sin embargo, hacen parte fundamental de la bibliografía y literatura que se conoce como “tradición cristiana”.

Según esta tradición cristiana, Ana dio a luz a María en edad avanzada a pesar de ser considerada estéril. Esta concepción fue comunicada a la pareja a través de un ángel, el cual les hizo saber la importancia que tendría su única hija. Se dice que Ana procedía de Belén; al conocer a Joaquín y casarse con él se mudaron a Jerusalén. Se cuenta que la pareja poseía muchas tierras y rebaños, lo que les permitió dar rienda suelta a su generosidad para con Dios y con el prójimo. Algunos documentos señalan que eran los más ricos del pueblo y se puede encontrar datos precisos de la distribución que hacía San Joaquín de sus ganancias.

En el protoevangelio de Santiago se encuentra una historia en la que San Joaquín estaba llevando abundantes ofrendas al templo y al momento de entregarlas, el sumo sacerdote Rubén lo detuvo para decirle que no tenía derecho a dejar sus regalos debido a su falta descendencia, pues su esterilidad fue considerada por el sacerdote como signo de indignidad. Rubén, siguiendo la mentalidad judía de la época, sospechaba que tanto Joaquín como Ana sufrían una maldición divina que les impedía tener hijos. Entonces, Joaquín buscó en el archivo de las doce tribus de Israel para verificar la veracidad de las palabras del sacerdote, y allí vio que todos los hombres piadosos e importantes gozaban de la bendición de ser padres. Con el corazón entristecido no regresó a casa, sino que se retiró la montaña por 40 días y 40 noches para suplicar la ayuda de Dios con oraciones, llantos y ayuno.

Cuando Ana se enteró del porqué de la ausencia de su esposo y sufriendo por el mismo motivo, se unió en oración de súplica a Dios para pedirle por la fertilidad en su matrimonio. Ana le prometió a Dios dedicar su descendencia y ofrecer su servicio. Las oraciones de la pareja fueron escuchadas y un ángel visitó a Ana diciendo: “Ana, el Señor ha visto tus lágrimas; concebirás y darás a luz, y el fruto de tu vientre será bendecido por todo el mundo”. El ángel le hizo la misma promesa a Joaquín, entonces él regresó para buscar a su esposa. La pareja se encontró en las puertas de Jerusalén y el beso que se dieron ha sido motivo de pinturas e iconos a lo largo de la historia. Concibieron a la mujer que traería la salvación al mundo entero, por eso la pareja es considerada como el cofre de la Joya Divina.

Santa Ana y San Joaquín llamaron a su hija Miriam, que es el nombre de María en hebreo y significa “amada por el Señor”. Gracias a Ella la historia del mundo cambió para siempre y hoy sabemos que fue concebida sin pecado original, siendo inmune al mal desde el primer instante de su existencia. Debido a haber quedado embarazada en la ancianidad, Santa Ana es la patrona de los partos complicados y protectora de las mujeres embarazadas; además, al ser quien le enseñó a María todas las tareas domésticas es la patrona de sastres y tejedores. También es la patrona de las viudas y madres de familia, y de los orfebres, ebanistas, carpinteros y mineros por llevar a la Virgen María en su vientre como un cofre que contiene una joya preciosa.

Sobre el lugar donde se encontraba la casa de estos dos Santos se construyó una Iglesia bajo las órdenes de Santa Elena, la madre del emperador Constantino. Esta iglesia tenía las tumbas de San Joaquín y Santa Ana, las cuales fueron veneradas hasta finales del siglo IX, momento en el que los invasores musulmanes la destruyeron para convertirla en una escuela.

Esta pareja es considerada como los santos patronos de los abuelos, y el papa Francisco nos recordó que son piezas clave de la larga cadena que ha transmitido la fe y la caridad desde el calor de la familia. Pidamos a estos grandes Santos que nos enseñen a ser generosos con Dios y con el prójimo, y en momentos de desolación y prueba pidamos su intercesión para que nos apoyemos en Dios y recibamos su misericordia y ayuda.


Cristina Umaña Sullivan es socióloga cultural que se ha dedicado a la evangelización por más de 10 años con especialidad en Teología del Cuerpo y creación de identidad desde la perspectiva cristiana. Envíele un correo electrónico a fitnessemotional@gmail.com.