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 | Por Edgar Ángel

Lecciones de las sesiones con nuestros sacerdotes

Las sesiones de conferencias se diseñaron para atender alternativamente a los asistentes hispano y anglohablantes. Mientras quienes hablaban inglés asistían a charlas con los conferencistas principales, quienes hablábamos español atendíamos a las charlas en el segundo piso con ponentes que presentaban los temas simultáneamente. La oferta de la tarde en español comenzó con dos platos fuertes, los padres Gildardo García y Rafael Padrón, en salones adyacentes.

Los salmos mexicanos y la doble vida

El padre Rafael Padrón, CRM, es el sacerdote más joven de la diócesis. Dios nos dio la oportunidad de cruzarnos cuando se encontraba en su proceso de discernimiento y era miembro del grupo de jóvenes de la Inmaculada Concepción. Se formó con los Padres Adornos en las Filipinas, y era la primera vez que iba a escucharlo en una conferencia; debo decir que me conmovió.

Si está de prisa, se lo resumiré: En la Eucaristía, Dios siempre nos está esperando, debemos buscar un encuentro personal con él, que no nos critica, no nos juzga y nunca se va; siempre está ahí para nosotros, esperándonos con los brazos abiertos para recibirnos y decirnos: “Te quiero; estoy aquí para ti”. Una buena relación personal con Cristo se traduce en una buena comunidad.

Sin embargo, si deja de leer, se perderá las historias de los salmos mexicanos y la doble vida. El padre Rafael es un evangelizador moderno.

A partir del tema “Se me olvidó otra vez” del cantautor Juan Gabriel, nos recordó cómo el Señor nos espera a pesar de nuestras infidelidades, que siempre espera nuestro regreso tanto en la reconciliación como en la eucaristía.

“Nuestra condición humana”, dijo el padre Rafael, “sólo se siente recompensada en los placeres y se olvida de que el sacrificio también trae gratificación. Cuando vas a la Eucaristía, vas a un encuentro con tu Dios, aquel que se entregó por ti y el único que sabe lo que has sufrido, lo que no has querido sacar a la luz, él lo sabe, no te juzga como los demás y siempre te está esperando con sus brazos”.

Vivir una doble vida

Se produjo un incendio en una escuela que contaba con todos los grados, desde preescolar hasta bachillerato. En el quinto piso, donde estaban los grados altos, se encontraba por error una niña de tercero de primaria, Juanita. Cuando el humo le impedía ver, alguien desde el piso le murmuró: “Agáchate, que en el suelo puedes respirar mejor”, era una compañera del undécimo grado; siguió las instrucciones y recibió una nueva sugerencia cuando se asomaron a la ventana del salón: “Cierra los ojos, te voy a lanzar y abajo en la red que ves, te van a atrapar”. Así sucedió. Sin embargo, Juanita fue de las pocas que logró sobrevivir. Quien la ayudó aquel día murió. Juanita comenzó entonces a vivir una doble vida, la de ella y la de esa compañera anónima que dio su vida por ella.

Cristo en la cruz dio su vida por nosotros, y olvidamos que fue Dios humanizado quien se ofrendó voluntariamente para redimirnos. Los católicos, especialmente al recibir la Sagrada Eucaristía, debemos salir a vivir una doble vida: la de la iglesia terrenal y la de Cristo, al que debemos compartir en nuestra vida diaria. Estamos invitados a vivir una doble vida.

Pero para adquirir la fortaleza requerida para vivir esta doble vida, el padre Rafael nos recomienda que recordemos el segundo salmo, “Volver” de Vicente Fernández. Tenemos que volver, volver, volver, porque quien se cansa eres tu y no Jesús; el primer salmo decía: “Yo sigo todavía aquí, en el mismo lugar y con la misma gente”, y lo que tengo que hacer cuando caigo es levantarme y “volver, volver, volver” porque él sabe que ninguno de nosotros es perfecto.

Dios jamás nos reprochará por el número de caídas, pero sí lo hará si no nos levantamos y nos tomamos de su mano, que está permanentemente extendida para acogernos.

En muchas oportunidades, se nos olvida dónde lo encontramos, para ello, recordamos el segundo salmo mexicano: tenemos que “volver, volver, volver” a la Eucaristía, “a sus brazos otra vez”. 

A punto de cerrar, el padre Rafael recordó esta breve historia. Un día le preguntaron a Santa Teresa de Calcuta “¿Qué haces frente al Sagrario?” Ella respondió: “No sé, solo sé que le miro a él y él me mira a mí”. Ese es el tipo de amor tenemos que encontrar al acercarnos al sagrario. Debemos “volver, volver, volver al sagrario otra vez”, sentenció en tono pausado. Muchos se quebraron y comenzaron a llorar.

El último salmo mexicano fue de Pedro Infante, “Cuando nadie te quiera”, nos recuerda que Jesucristo está vivo y espera que volvamos al sagrario.

La frase de despedida aún retumba en mi corazón: “Me quedo con la promesa de que ustedes rezarán por mí y por mi comunidad”. Espero que cada uno de nosotros rece por aquellos que hacen posible la Eucaristía.

En el salón contiguo y de manera simultánea, el padre Gildardo García, un compatriota que nos ha ayudado a muchos a crecer espiritualmente en el área de Charleston, compartió el tema: “Eucaristía Memoria de Vida”. La imposibilidad física de estar simultáneamente en los dos salones me llevó a preguntarle antes de iniciar su charla: ¿Qué se debe llevar un católico que asista a esta conferencia? “Espero que aprenda el sentido profundo de la Eucaristía, lo que significa en la vida de la Iglesia y que sepa que la eucaristía lo es todo. Vamos a insistir en el memorial y el sacrificio de Cristo en la Eucaristía y hablar sobre la preparación, las normas de la Iglesia y lo que espera cuando nos acercamos a este sacramento. Todo lo que diré está en el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) No voy a decir nada nuevo”.

Enfatizó la necesidad de la preparación. “Cuando un católico tiene conciencia de un pecado mortal, debe acercarse al sacramento de la reconciliación antes de participar en la Eucaristía; preguntarnos cómo estamos antes de participar en la Misa es muy importante. La Iglesia espera que comulguemos al menos en Pascua de Resurrección”.

El padre Gildardo añadió: “Recordemos que la celebración eucarística es un solo acto de culto que tiene dos mesas igual de importantes, la de la palabra y la de la Eucaristía, donde se recuerda el sacrificio de Cristo que se ofrece de manera incruenta al pueblo en las formas de pan y vino. Durante la Misa, se unen la Iglesia terrestre con la Iglesia celestial. Desde el punto de vista del sacrificio, supera todo tipo de sacrificios de la Antigua Alianza y actualiza el único sacrificio de Cristo”.

Al concluir, regresamos al primer piso y escuchamos al orador principal en español, el obispo Joseph Espaillat; más tarde, regresamos al segundo piso. El menú era variado; entre las cinco opciones, opté por el padre Santiago Guzmán Pizarro, MXY/IMEY (Sociedad Yarumal para las Misiones Extranjeras), quien propuso una novedosa reflexión en su conferencia, “La Eucaristía en el Evangelio de San Juan”.

Inicialmente, para contextualizar el Evangelio de Juan, recordó que fue el último en escribirse y que, aún cuando toma algunos elementos de Marcos, profundiza más que los otros dos evangelios sinópticos. Se habla del mismo personaje, pero Juan presenta a un Cristo judío. Se entiende que fue escrito para este pueblo sobre el año 90 d.C. porque la carga simbólica sólo la entendían quienes estaban expuestos al canon hebreo.

La Eucaristía fue instituida en la Última Cena. Hablamos de institución cuando existe una relación normalizada, por ejemplo, el mandato de nuestro Señor Jesucristo de celebrar la Eucaristía: “Hagan esto en memoria mía” (Lc 22, 19). Tanto los evangelios sinópticos y 1 Corintios (11, 24-26) dan testimonio, con las mismas palabras de Jesús, de esta clara intención de nuestro Señor de amarnos hasta el extremo entregándose a sí mismo como alimento.

El Evangelio de Juan desarrolla un camino diferente hacia la institución de la Eucaristía, pero es más profundo teológicamente hablando. Por ejemplo, cuando expresa el verbo τρωγων (que significa devorar) en Juan 6:56, está mostrando tanto el misterio de la Eucaristía como el acto de devorar y ser alimentado físicamente.

La Eucaristía en el Evangelio de Juan la encontramos en el capítulo 6 (discurso del pan de vida) y en los capítulos 13-17 (los discursos durante la Última Cena). Al rastrear la referencia de la Eucaristía en Juan, se puede percibir una tesis fundamental: La Eucaristía es la nueva Pascua; un hecho que se confirma al mostrar a un Jesús judío catequizando a los judíos (capitulo 6), viajando varias veces a Jerusalén y celebrando tres veces la Pascua e incluso otras fiestas judías. En este sentido, Jesús se preparaba para la Pascua y se le ve como rabino enseñando en la sinagoga de Cafarnaúm.

Se hace indispensable realizar el paralelo entre la Pascua judía y la Pascua de nuestro Señor Jesucristo y, de esta manera, comprender la profundidad y los signos utilizados por el evangelista al presentar la Eucaristía.