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 | Por El Padre Cirilo Bailon

La Virgen de Guadalupe

Madre de lo viejo y lo nuevo

 

Huehueteotl vive 500 años después

El día lunes 12 de diciembre de 2011, por primera vez en la historia de la Iglesia Católica, la Solemnidad de la Virgen de Guadalupe fue celebrada en la Basílica de San Pedro, ciudad del Vaticano, por el papa emérito Benedicto XVI. A la derecha del altar principal de la basílica -por primera ocasión en 500 años- una réplica digital de la imagen original de nuestra Tonantzin (“Madrecita”, “nuestra carne”), la Virgen de Guadalupe. Recuerdo haber dicho a los feligreses en nuestra propia celebración de la Eucaristía: “Guarden este día en su memoria y en la memoria de sus hijos y demás descendientes. Este día es la confirmación, por los hechos vistos en el Vaticano, de que la verdad ancestral de nuestros abuelos es correcta, que no éramos ‘animales sin alma’, de que nuestro Huehueteotl (“el anciano Dios”) que celebrábamos antes de que los españoles llegaran a nuestras tierras es el mismo Verdadero Dios por quien se vive, el Dador de la Vida, según la Guadalupana”.

In Tonan - In Totah, Huehueteotl

El idioma náhuatl (“sonido claro”), uno de los más de 50 idiomas originarios que se siguen hablando en México, tiene como virtud lingüística excepcional la posibilidad de elaborar conceptos unitarios pero compuestos por una, dos, tres o más palabras. Esto se conoce como difrasismo. Esto es: la posibilidad de traer a la mente imágenes e ideas diferentes y cargadas de contenido teológico, poético, filosófico o espiritual a través de dos términos que se corresponden. Es el caso de la concepción que tenían nuestros antepasados de la divinidad: In Tonan – In Totah, Huehueteotl. Nuestra Madre – Nuestro Padre. El Anciano Dios. Un solo Dios (anciano, abuelo, sabio, justo) con un corazón de madre y un corazón de padre.

En su teología particular contemplaron al único Dios Dador de vida en dos imágenes inseparables: mujer y hombre. Mirando la bella y exuberante naturaleza que los rodeaba no consideraban posible que un individuo (en el cielo, en la tierra o en inframundo) no tuviera su complemento, su pareja. Lo consideraban una unidad en dos personas: Una Madre - Un Padre (Huehueteotl). Siendo los dos en uno, el guía de una sola familia humana.

Amoxtli Guadalupe

Los Amoxtlis (libros de verdades en pinturas) eran la forma en que nuestros antepasados pusieron en letra su experiencia de vida, su sabiduría. De los miles que existían a la llegada del depredador español nos quedan pocos (algunos en México y otros en museos de Europa. Allá le llaman “códices”).

En la tilma del indígena San Juan Diego se encuentra el más excelso de todos los Amoxtlis de nuestros antepasados. El que condensa toda la teología, filosofía, poesía, antropología, y cosmovisión de nuestros antepasados. No es una pintura, no es una imagen. Es un libro de libros. Porque así nos ha hablado el Dueño de nuestra Carne desde siempre. El Amoxtli de Guadalupe hay que leerlo, entenderlo, ponerlo en el corazón y cambiar nuestras vidas. Las nubes, el cielo, el vestido de flores, las flores, el manto color turquesa, las estrellas del manto, la flor de cuatro pétalos en el vestido (Nahui Ollin), el resplandor del sol, el Sol, la Luna en cuarto menguante, las alas con los colores del pájaro Tzinitzcan (o pájaro Mexicano) sobre los hombros del niño, los colores blanco – rojo – negro – azul turquesa, el rostro de la Madrecita y sus manos, el rostro del niño y sus manos, cada una de estas imágenes están contadas en cientos de historias sabias y poesías con las que la Madre del cielo retomó toda la teología de nuestros antepasados.

Para el propósito de esta colaboración con The Miscellany solo retomaré las imágenes del Sol y la Luna como símbolos teológicos que pueden ayudarnos hoy a construir una nueva humanidad.

Nuestra Madre (luna), Nuestro Padre (sol)

En el año 2014, arqueólogos del Instituto de Antropología e Historia (INAH) y de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) dieron a conocer los descubrimientos hallados en un túnel que se encuentra debajo de la pirámide de Quetzalcóatl (Quetzal = pájaro de hermoso plumaje que representaba el Cielo; Cóatl = serpiente, que representaba a la Tierra).

En tres cámaras descubrieron miles de objetos marinos, agrícolas, suntuarios y decorativos. En lo que puede considerarse el altar principal -por todas las ofrendas que hay en su entorno- dos imágenes labradas en piedra color verde jade destacan sobre todos esos objetos: Una escultura con forma de Mujer y una escultura de Hombre. La representación del Ometeotl. De quien la Virgen de Guadalupe se refiere con estas palabras a Juan Diego: “Ten la bondad de enterarte, por favor pon en tu corazón, hijito mío el más amado, que yo soy la perfecta siempre Virgen Santa María y tengo el privilegio de ser Inantzin in huel nelli Teotl Dios (Madre del verdaderisimo Dios), de Ipalnemohuani (Aquel por quien se vive), de Teyocoyani (del Creador de las personas), de Tloque Nahuaque (el Dueño del cerca y del junto, que todo lo abarca), de Ilhuicahua y de Tlalticpaque (el Señor del Cielo y de la Tierra). Los cinco sagrados nombres con los que los pueblos nuestros nombraban al Único Dios, al Ometeotl, al Huehueteotl (el que es Madre, el que es Padre. El Anciano Dios).

La Virgen de Guadalupe y los Papas

Todos los Papas de nuestra Iglesia Católica que han conocido la historia del milagro del Tepeyac han tenido especial atención con la Virgen de Guadalupe. Entre ellos destacaría a los tres últimos. A San Juan Pablo II quien profesó especial devoción y a quien encomendó su apostolado papal (y que mandó construir una pequeña capilla para ella junto a la tumba de San Pedro, en la Basílica de San Pedro); a Benedicto XVI quien la visitó también en México y la nombró Reina de toda América, y celebró por primera vez su Solemnidad en el Vaticano con una imagen de la Virgen cerca del altar; y también al Papa Francisco, quien la visitó y dejó para la posteridad estas sabias palabras de pastor durante su Homilía en la Basílica de Guadalupe:

“Así como se hizo presente al pequeño Juanito, de esa misma manera se sigue haciendo presente a todos nosotros; especialmente a aquellos que como él sienten «que no valían nada» (cf. Nican Mopohua, 55). Esta elección particular, digamos preferencial, no fue en contra de nadie sino a favor de todos. En aquel amanecer de diciembre de 1531 se producía el primer milagro que luego será la memoria viva de todo lo que este Santuario custodia. En ese amanecer, en ese encuentro, Dios despertó la esperanza de su hijo Juan, la esperanza de su Pueblo. En ese amanecer, Dios se acercó y se acerca al corazón sufriente pero resistente de tantas madres, padres, abuelos que han visto partir, perder o incluso arrebatarles criminalmente a sus hijos. Así logra despertar algo que él no sabía expresar, una verdadera bandera de amor y de justicia: en la construcción de ese otro santuario, el de la vida, el de nuestras comunidades, sociedades y culturas, nadie puede quedar afuera. El Santuario de Dios es la vida de sus hijos, de todos y en todas sus condiciones, especialmente de los jóvenes sin futuro expuestos a un sinfín de situaciones dolorosas, riesgosas, y la de los ancianos sin reconocimiento, olvidados en tantos rincones.

“¿Acaso no soy yo tu madre? ¿No estoy aquí? No te dejes vencer por tus dolores, tristezas, nos dice. Hoy nuevamente nos vuelve a enviar; hoy nuevamente nos vuelve a decir, sé mi embajador, sé mi enviado a construir tantos y nuevos santuarios, acompañar tantas vidas, consolar tantas lágrimas. Sé mi embajador, nos dice, dando de comer al hambriento, de beber al sediento, da lugar al necesitado, viste al desnudo y visita al enfermo”.

La imagen de la Virgen de Guadalupe, el Amoxtli de Guadalupe, y la devoción que le profesamos es el llamado evangelizador permanente para respetar -aquí y ahora- la vida de todos gentes, a tratarlos con dignidad, a guardarles gratitud eterna.


El padre Cirilo Bailon Martínez, Ph.D., es el administrador de la iglesia St. Louis, en Dillon, y de la misión de la iglesia del Niño Jesus, en Marion.