La verdadera historia de San Valentín: el amor es para los valientes
Cada vez estoy más convencida de que el lenguaje del amor en la cultura estadounidense son los regalos: Me llama la atención lo mucho que les gusta tener un motivo de celebración y cualquier ocasión es perfecta para diseñar, vender y comprar un regalo. No sé si este sea el motivo de que celebren fechas concretas que en otros países son importantes, y pareciera que se apropiaron de ellas para sacar provecho.
De cualquier manera, sea para bien o para mal, una de las fiestas más comercializadas por la industria estadounidense es el día de San Valentín. Cuando se les pregunta si conocen la historia o el por qué de esta fiesta, muchas personas desconocen la razón de esta celebración; simplemente piensan que es una fiesta para las personas afortunadas que tienen pareja. Hoy, les contaré quién era el famoso Valentín.
En el siglo III, el Imperio Romano prohibió a los soldados casarse porque un ejército de solteros era más práctico que un ejército de hombres casados que anhelaban regresar a sus hogares. Entonces Valentín, un médico que luego se ordenó sacerdote, consideró injusto ese decreto y empezó a celebrar en secreto los matrimonios de los soldados cristianos. El emperador Claudio II se enteró de lo que hacía Valentín y lo mandó decapitar en el año 269. Vale la pena mencionar que hay otros dos santos que se llamaron Valentín: uno fue obispo de la ciudad de Interamna (hoy se conoce como Terni, Italia), y el otro fue obispo de Recia, vivió en el quinto siglo y es el patrón de los enfermos de epilepsia.
En la actualidad se ha perdido la fe en el amor, y muchas parejas optan por una unión libre en lugar de una unión sacramental. Algunos incluso piensan que si se casan por la Iglesia, dejarán de sentir el deseo y la calidad de compromiso que tienen al inicio de una relación; es como si el matrimonio fuera un “mata-pasiones”.
Sin embargo, el hecho de jurar un amor hasta la muerte está lejos de apagar el deseo; lo que hace es liberar a la pareja del miedo. Me explico: en el momento en que la unión en pareja ya no tiene prerrequisitos ni una fecha de caducidad, la mente, el corazón y el alma descansan y esto permite un crecimiento positivo de la relación. Es el momento en que sucede una real maduración de la relación y de las personas, porque el compromiso es tangible, y no hay vuelta atrás.
¿Qué mejor ejemplo que el de un soldado valiente dispuesto a dar su vida por una causa noble? El amor es para los valientes, para los que están dispuestos a entregarlo todo por una vida plena, por una relación con propósito, sin regatear el cariño, sin poner requisitos. Ese es el amor que abraza a la persona en su totalidad, que no se echa para atrás en las dificultades y que está listo para servir, dar y recibir. Ése es el amor por el que vale la pena entregar la vida.
Antes de encontrar el regalo perfecto este mes de San Valentín, encomendemos nuestros corazones a este santo y pidámosle que nos enseñe a ser valientes y a vivir nuestras relaciones con honor, entereza, ánimo y amor verdadero. Esta es la mejor manera de celebrar esta fiesta y de honrarle.
Cristina Umaña Sullivan es socióloga cultural que se ha dedicado a la evangelización por más de 10 años con especialidad en Teología del Cuerpo y creación de identidad desde la perspectiva cristiana. Envíele un correo electrónico a fitnessemotional@gmail.com.